Aplaudo mucho la iniciativa de El Corte
Inglés de editar una minirevista de videojuegos. Me hace recordar
tiempos mejores cuando te regalaban un VHS de la Super Nintendo y no
veías otra cosa en 5 meses.
Hoy ya no, hoy son todo descargas
digitales y cosas sin propiedades enamoradoras. ¿Cómo te vas a
enamorar de algo que no puedes tocar? Se hace harto difícil.
Lo digital está muy bien porque
gracias a ello hemos desarrollado el cerebro. Unos más que otros,
también es verdad, sí. Pero la “revolución digital” (sic) nos
ha hecho una raza más avanzada. No hay mucho que discutir sobre este
punto. Pero ahora que tenemos el cerebro bastante desarrolladito es
hora de ponerlo en práctica en el mundo real, en la sucia tierra.
Entiendo que es difícil decirle a un
chaval que sólo se ha relacionado con una pantalla que salga a la
calle a explicarle al quiosquero lo que ha aprendido mirándola. El
quiosquero es sucio y cualquier cosa menos aséptico. Pero si no
pasas por alto esos inmundos detalles todo lo que sabes no servirá
para nada.
No te voy aquí yo a venir de “amigo
del pueblo” porque el pueblo no tiene un enemigo más acérrimo que
yo. ¡Odio al pueblo! El pueblo es ignorante y borreguil. Pero si yo
he podido tragar tan repugnante bocado tú también.
Sin embargo no puedes ser tan ingenuo
de creer que seguir poniéndole pisos a la Torre de Babel te va a
llevar a alguna parte. Ahí arriba no hay nadie, ya te lo digo yo que
he estado muchas veces. Lo que hay es cada vez más frío y menos
gente, porque eres el único tontín que sigue teniendo fe en esa
jornada yerma.
¿Que el quiosquero es tonto? Más
tonto que un zapato. Pero es precisamente esa ignorancia la que te
impide seguir subiendo. El problema es que la base está demasiado
abajo, no que te estés quedando sin ladrillos. O mejoras la calidad
de la base o tu gran torre se va a quedar en almenita.
Yo ya he hecho mi parte, así que no
pienses que te voy a ayudar. Cuando pases una buena temporada
“ayudando al pueblo” te aseguro que vas a querer tomarte unas
largas, largas vacaciones. Pero, oye, te apoyo desde la hamaca. Eso
sí.
El truco está en seguirles la
corriente. Venga, ya te he dado una clave gratis. Tú, a cambio,
podrías traerme al menos un vaso de sangría. ¿No? ¿Ves? Eres un
niño caprichoso. Por eso no acabas de arrancar, elementillo. Que
eres un elementillo.