viernes, 2 de septiembre de 2016

Pritt Original


Estos pegamines en barra son una mierda. En teoría valen para pegar papel, porque el papel lo pegas hasta con un escupitajo, pero ni eso. Al tiempo se despega la cosa. Donde esté el Supergen naranja que se quite este horror.


Este pegamento parece ser que ahora viene con una Poochie-Mascota dibujada en el cuerpo de la barra, como si eso fuese a mitigar mi ira cuando los papeles, por mucho que te esfuerces, se despegan. Lleva una bandana en la cabeza y un loro en la mano, lo que nos hace suponer que la puta mascota es un pirata, y todos sabemos que los piratas son guays porque no cumplen las normas y llevan la vida mejor, la de pirata.

Yo diría que es un pirata tipo Guybrush Threepwood, porque tiene la piel lisa como la de un bebé. Este pirata es un aspirante a pirata, se ha comprado los complementos de pirata pero no ha luchado con espadas, que es lo que tiene que hacer un auténtico pirata.


La Sword Master ™ nos enseñó que para ser un auténtico espadachín lo de manejar la espada mejor o peor, bueno, tiene su importancia hasta cierto punto. A partir de ese punto, punto mínimo que has de alcanzar si quieres convertirte en un espadachín normalito, lo que cuenta es tu manejo con otra espada, tu lengua.

Yo me he visto envuelto en este tipo de peleas verbales hasta que mi corazón ha dicho basta. Con la lengua puedes herir a tus rivales igual o más que con el más afilado de los floretes. No seas ingenuo, hay gente con una lengua que parece un sacacorchos, lo que nos hace pensar que esa gente ha tenido una vida bien dura.


Hay dos tipos de ataques en esta vida: los físicos y los verbales. Los físicos ya hemos llegado a un punto de la civilización en el que están prohibidos. Si alguien te pega una hostia por la calle está bien jodido, porque la gente va a decir “¡Ooooh!” y “¡Aaaaah!” y alguien llamará a la policía. El que haya osado a utilizar la violencia física se va a meter en un lío de narices, eso está bastante garantizado.

Luego puedes usar la violencia verbal, que tiene la ventaja de que todavía no está penada por la ley y te puedes librar de la cárcel si la practicas con la suficiente discreción. Si puedes lanzar dardos envenenados a tu enemigo lo suficientemente finos como para no ser detectados de un vistazo podrás destruirle sin que nadie se dé cuenta. O quizás sí se den cuenta, pero la sociedad no está suficientemente avanzada como para echarse encima del que practica estas artes. Ahí puedes decir “Tú estás paranoico, yo no he hecho nada malo” y el rufián se puede salir con la suya.


Este tipo de artes son especialmente irritantes, porque te pueden estar dando por culo constantemente y nadie puede decir nada. Son las artes del mariquita, del que no tiene otro recurso.

Si has jugado a Counter Strike, sabrás que en el grupo siempre había uno que era el francotirador. Como sabes, uno juega a los videojuegos como vive. Este espécimen practicaba en el Counter Strike los mismos métodos que en su vida diaria, buscaba un parapeto lejos de la acción pero desde el que la pudiera contemplar y desde ahí se dedicaba a disparar a todo el que pillaba. Tú estabas disparándote con tus amigos en campo abierto y, pum, de repente estabas muerto. ¿Qué ha pasado? Ah, la maricona de la francotiradora. Que me ha disparado desde lejos.


Este es el que todo el mundo da de lado, por eso se tiene que ir a un puesto apartado de todos los demás y desde ahí practicar la venganza con la que se pasa la vida relamiéndose. No es lo suficientemente hombre como para partirse la cara a las claras ni lo es como para dejar pasar las afrentas que se hayan cometido supuestamente contra él. En resumidas cuentas, estamos ante la maricona del grupo.

Este espécimen se vale de hacer sentir compasión a los demás porque, vaya, qué injusto ha sido el mundo con él. ¡Qué mala es la gente! Por eso estoy así, tan mal. ¿No te doy pena?


Y sí, yo pico como un bendito en todas estas. ¡Muchísima! ¡Me das muchísima pena! ¿Qué te ha pasado? ¡La gente es malísima! ¡Eres el Cristo crucificado, el que recibe las lanzas de los demás, injustamente! Tararí.

Ese es el Judas, el que va de Cristo pero luego te apuñala por la espalda. ¡No os engañéis! ¡No hagáis como yo! ¡No seáis bobas, como lo soy yo! ¡Que es una trampa! ¡Que lo que quiere es cargarse al menos a alguien, y aunque tú no tengas culpa de nada por lo menos eres un cuerpo al que apuñalar, ya que los otros, que son menos compasivos o más listos, no se acercan a medio metro de él!


El Cristo eres tú, lo que pasa es que como lo eres no te das cuenta. Y, como un idiota, has confiado en Judas, que es lo que hace el Cristo, ya que lo es. ¡Estad alerta! ¡Ojo con los cachorritos perdidos!

Sin embargo, para que la Historia Sagrada se pueda ver satisfecha, Judas ha de traicionar a Cristo, para que cumpla su santa función. Por lo tanto Judas, aunque sea un irritante francotirador del Counter Strike, tiene sentido en todo el entramado universal.


Luego cuando se da cuenta de lo que ha hecho va y se suicida, el perillán. ¡Pero yo ahí ya no me meto! ¡Ese es tu destino, no el mío!