¡Powerfoam! ¡Hostia puta! ¡Ojo, que
esto no es foam así normal! ¡Esto es Powerfoam, motherfucker!
¡Don´t fuck with Powerfoam!
No sé si recordáis el Powerglove,
aquel accesorio para la NES que era un guante de plástico que, en
teoría, según lo movías hacías que el muñeco se moviera de una
manera o de otra en la pantalla. Esto es lo que se conoce como un
gimmick, un MacGuffin, algo que brilla mucho pero en realidad es
bisutería.
Para jugar a Super Mario Bros un guante
es lo que menos necesitas del mundo, porque no es cómodo. Es mucho
más cómodo el clásico control pad que si quieres ir a la derecha
pulsas el botón de la derecha y si quieres saltar le das al botón
de saltar. Con el guante para ir a la derecha, qué se yo, igual
tenías que girar la muñeca a la derecha y para saltar mover así el
guante rápido para arriba.
Algo incomodísimo, vaya. Este guante
tuvo éxito (muy relativo) porque no bebía de su calidad, sino de
una idea fascinante: estar dentro del juego. Cuando te dicen “con
esto es como si estuvieras dentro del juego” tu razonamiento se
apaga. No, no me vengas con que eso no es posible con un guante de
plástico. Prefiero comprar el puto guante y que haya una posibilidad
entre mil de que esa idea tan fabulosa sea verdad que no comprarlo y
perder esa oportunidad entre mil.
La gente somos así, queremos creernos
ideas disparatadas porque nuestra vida es una mierda. Si nuestra vida
no fuera una mierda no haríamos caso a estas chorradas, ya que
estaríamos a gusto y felices y cuando uno está a gusto y feliz
apedrea a los timadores junto con sus vecinos, todos juntos. Pero
como hemos acabado llevando unas vidas en las que odiamos a nuestros
vecinos y a nuestra misma vida pues hacemos caso de cada trozo de
mierda que brille.
Estos años de crisis han sido el mejor
campo abonado para los timadores. ¡Dios mío, esto se hunde! ¡Pero
que se hunde, no es broma, joder! Así que a cada idiota que ha
venido con bisutería brillante le hemos hecho caso. Tan negro era el
ambiente que, no sé, esto brilla. ¡Pues si brilla tan mal no
estará! Lo de que sea bisutería o un diamante es lo de menos, yo de
momento me acerco a lo que brilla porque es mejor opción que seguir en
tinieblas.
Como sabéis si habéis estudiado un
poquito, aunque sea un poquito, de ciencias naturales (o si habéis
visto Buscando a Nemo, con eso vale) existen en las aguas abismales
unos peces que emiten una atractiva luz de uno de sus tentáculos.
Cuando los pececillos ingenuos se acercan a ella ¡tachán! se revela
que lo que había tras esa luz tan hipnótica era un monstruo con
unas fauces que te cagas en tus calzoncillos de pez. Y ahí ya estás
vendido, claro, mucho tienes que correr.
En el mundo de los humanos pasa lo
mismo. Nosotros tenemos la luz del sol, pero podemos nublarla todo lo
que queramos con las tinieblas de nuestra mente. Y estos años, qué
duda cabe, hemos tenido las mentes más nubladas de toda la historia
de la humanidad. No nos ha importado en absoluto que tengamos una
tecnología capaz de hacer todo el trabajo pesado por nosotros para
que podamos cantar y bailar por las calles. En cambio, nos hemos
dedicado a matarnos, metafóricamente, unos a otros, ya que en vez de
ver el mundo de abundancia que tenemos ante nuestros ojos, hemos
preferido creer en otro lleno de escasez, en el que hay que matar o
ser matado.
Yo, que soy un neuronauta de primera
clase, pues me lo he pasado muy bien, para qué te voy a engañar.
Soy el típico niño que se lo pasa bien inventando juegos. ¡Yo soy
el vaquero y tú el indio! ¡Y ahora es al revés, yo soy el indio y
tú eres el vaquero! Y así paso la vida, jugando con mi imaginación,
como tú, probablemente.
El juego tenebroso que se nos ha
propuesto estos años ha sido tenebroso como pocos, pero no por ello
ha sido menos divertido. Ha sido más, si cabe. ¿Que tú me dices
que el mundo es un lugar oscuro y yo me lo tengo que creer o me das
una paliza? ¡Ni medio problema, señor! Entonces, yo imaginaré que
soy un superhéroe, que soy Robocop, que soy Conan El Bárbaro y mi
enemigo serás tú, señor, ya que nublas, o pretendes nublar mi
mente y la de los demás.
Naturalmente a mi no se me puede ganar,
soy el protopsiconauta, yo nací para ganar a estos juegos. Por eso
me resulta enternecedor que alguien me desafíe a ellos.
Por eso cuando alguien me viene con
trucos tipo “Powerfoam” o con negocios de chichinabo disfrazados
de octava maravilla del mundo me echo a reír a carcajadas, porque yo
inventé ese juego. ¡Venga, tío! ¡No tengas tanta cara! ¡No
engañes a la peña de esa manera! ¡No te aproveches de que estamos
jugando a las tinieblas para agarrarle las tetas a Manolita!
En cuanto volvamos a dar la luz
Manolita te va a partir la cara, dalo por descontado. Y ¡oh,
sorpresa! ya han dado la luz.