viernes, 4 de noviembre de 2016

Crocodor


Con esta mierda la nevera en vez de oler a mierda huele a flores. Vamos, o a lo que coño lleve esto dentro.


La movida es verde, parece un moco. Parece Blandiblub. El Blandiblub era una cosa de puta madre. Bueno, de puta madre hasta que se te caía en la alfombra. Ahí se llenaba de pelos y de las historias que se aspiran y se jodió el Blandiblub. Sí, decían que era lavable pero no lo era. Si lo lavabas eso ya no era lo mismo.

Las Manos Locas seguían el mismo principio. Funcionaban fetén, se manchaban, las lavabas y se jodió la Mano Loca. Hombre, di que eran más baratas que el Blandiblub, pero jodía igual.


Yo tenía mazo de juguetes. Ser hijo único es un buen negocio. Mi madre siempre se arrepiente de no haberme dado un hermano, pero ya yo no sé cómo decirle que me hubiera hecho la putada de habérmelo dado. ¡Ya estoy suficientemente rodeado de gilipollas! ¡No necesito otro, otro fardo del que tirar!

Un hermano. Lo que me faltaba. Hubiera salido tonto, porque yo ya me llevé toda la inteligencia que había en la mezcla. Seríamos como Los gemelos golpean dos veces, yo Selsenáger y él Danny De Vito. Yo me hubiera llevado todo lo bueno y él todo lo malo. Y toda la puta vida cargando con él.


Mis valiosos objetos estarían rotos, o pegajosos, o recortados. ¿Sabéis que mi primo, ya no mi hermano, me recortaba los El Víbora de pequeños? Como salían algunas fotos de folladas, porque de aquella no existía Internet, el hijo de puta me las recortaba y yo me quedaba sin una pieza de coleccionista. ¡Tócate los cojones! Yo me quedaba cariacontecido.

Eso de los hermanos es un fardo. Un lastre. Algo que se supone que debería ser un apoyo y es un tumor. Es como el bicho aquel que se parecía a Jordi Pujol que vivía en la barriga de uno en Desafío Total. Pues así.


¡Menuda carga! ¡Mamá, deja de sufrir de una puta vez, por favor te lo pido! ¡Que hiciste muy bien! ¡Que traer más Juanes al mundo es, no sé, un peligroso experimento! ¡El mundo podría implosionar, por tanta energía Saiyan sobre su suelo! ¿No te das cuenta de que hubiera sido una irresponsabilidad? ¡Diablos! ¡Qué terca eres!

No, no, no. Las cosas están chupis como están. Aquí el que mando soy yo y nadie más que yo. Eso es bueno para el mundo. La bicefalía es una cagada, ha de ser sólo uno el que emita las órdenes y, a la vez, el que encaje los dardos. Esto del Liderazgo Supremo es un gran poder, pero, a la vez, una gran responsabilidad.