martes, 1 de noviembre de 2016

Dragon Quest Centinelas del firmamento


Si tienes gusto por coleccionar te recomiendo la Nintendo DS. Bueno, te la hubiera recomendado hace tiempo, porque ahora sus precios ya son demasiado prohibitivos.


La Nintendo DS es esa consola exquisita, que cada uno de sus juegos parece un pastel. Los de la PS2 no, los de la PS2 parecen engranajes de una maquinaria obsoleta. Sin embargo los de la DS parecen perlas que han ido cayendo de una planta-ostra, que en vez de cerezas da perlas.

Si quieres coleccionar supongo que tendrás una sensitividad que esté acorde con este hecho. Por lo tanto es muy probable que te acabes decantando por las piezas exquisitas, como DS, Wii, Turbografx o Saturn. La música que evocan estas piezas es la única que me importa a mi en la vida. La que yo creo es más valiosa.


Si yo no tengo esta música en mi vida no tengo vida en absoluto. A ver, la tengo, respiro y esas putas movidas, pero no tengo ese sabor para mi tan necesario, por el que estoy en este mundo y no en otro. Si me quitas eso me arrancas el corazón, inclementemente, con desaire. No puedes coger la joya de mi corazón y pisotearla de esa manera. ¿No ves que así me matas, metafóricamente hablando?

Esa parte de mi corazón está hecha de estos mimbres. Juegos de DS. Chicas muy tímidas. Red Bull. Esas cosas. Eso que para ti son retales para mi es el tapiz más bello, colocado así porque así es más exquisito. A ti te parece que está poco simétrico, pero a mi me parece que ese pequeño desequilibrio es lo que lo hace más deseable. Ya ves, por tanto, qué tipo de chicas me gustan a mi, ¿no?


Esas, esas. Justo esas que estás pensando. Esas que quieren caminar por el alambre pero siempre se caen, porque son muy patosas. Las que se maquillan pero un poco mal, porque su desequilibrio las hace verse más feas de lo que realmente son. A mis ojos son radiantes, como la Virgen María, pero ellas se ven imperfectas, eternamente imperfectas, y ese desasosiego le llena el depósito de gasolina al príncipe salvador que hay en mi. Cuando tú ves una loca yo veo una niña frustrada porque siempre se cae de la bicicleta. Y corro a salvarla.

Esas, mi querido amigo, son las buenas. Son como las cerezas que las ha picado un pajarito en el árbol, que están más pochas pero, cuando te las comes, son las más dulces de todas. La pericia para reconocerlas, además de las cualidades innatas, te la da la experiencia. Tú, que ya tienes ojo de campesino, sabes, de un vistazo, que esa es la buena y esta otra, que tiene mejor pinta, es peor. Porque te has pasado muchos años recolectando cerezas.


Grita, grita. ¡Grita todo lo que quieras! A mi no me la vas a dar. Yo sé lo que hay detrás de esos gritos y no voy a quedarme sin ello. Esos gritos son tu sistema de seguridad particular para que nadie ose a tocar la joya que llevas en el centro de tu corazón. Pero yo, ladrón experimentado como Lupín, no voy a cejar en mi empeño. Tu esmeralda será mía y de nadie más, sólo mía. ¡Mía! ¡Mía!

¡Qué sistema de seguridad más inocente! Se apaga aquí, mira, detrás de esta portezuela que parecía un cuadro. ¡Ese sistema de seguridad es de 1985! ¡Pero dónde vas con eso! Así te la va a liar cualquier ratero. Ah, que también tienes lasers de esos que forman una maraña, y a la que roce alguno se disparará la alarma. ¡Qué bonita eres! Yo soy ninja. ¿No lo sabías? Puedo atravesar esas marañas de lasers como quién da un paseo por el parque. Ya, ya, calma, mi niña. Calma.