Ah, Flash. La quintaesencia de la
molonidad. Y encima ahora está en desuso. O sea, el top mol.
Como yo soy una persona muy
inteligente, brillante, cegadora, me dio en su día por aprender
Flash. Las animaciones Flash que poblaban la Internet pre-siglo XXI
me ponían tan palotegui que quise hacer las mías propias.
Y así lo hice. No sólo eso, también
aprendí Action Script con un libraco aún más gordo que este y con
más letras, porque quería añadir interactividad a mis trabajos.
Como ves, soy un cabrón más dedicado
que Arbeloa. Un hijo de perra difícil.
Salgo a mi madre y a mi abuela. Vaya
dos.
Es una pena que Steve Jobs decretase el
final de Flash en favor de HTML5, porque Flash era más bonito y más
interesante. Puede que HTML5 sea más práctico, pero las cosas
prácticas son vulgares. Como de tío que se cree muy listo pero es
muy tonto.
Cuánto mejor es un Toyota Celica del
99 que cualquier modelo actual. Pues con el Flash ocurre lo mismo.
Así que por eso tengo este libro. Para
recordar tiempos mejores.
Si es que los hubo.