Este tipo de papel me recuerda a mi
padre. Paso a explicar por qué.
Cuando yo era pequeño no había
ordenadores, o no al nivel de hoy, así que la mayoría de las cosas
se hacían a mano. A veces había que aprender a dibujar calcando en
vez de con Photoshop y si querías hacer varias copias de un escrito
no podías simplemente ajustar el número de impresiones en el
programa que se comunica con la impresora.
Para esos asuntos mi padre tenía en
una especie de portafolios de polipiel, o piel, no sé, papel de
calco. El papel de calco era algo asombroso porque si lo ponías
debajo del folio lo que hicieses en él quedaba reproducido.
Total, que sacar aquel portafolios era
la mega ilusión. Allí había folios y papel de calco, todo lo que
yo necesitaba para pasar la tarde feliz. Nada ha cambiado, lo único
que ha cambiado es que ahora tengo un iMac y no un portafolios de
polipiel. O piel.
Sin embargo el papel de calco es una
parte muy importante de la Historia, por lo menos de la mía,
así que estoy encantado de que todavía
se pueda comprar en las tiendas.
No soy especialmente nostálgico, o por
lo menos no me parece un recurso interesante para un trabajo
creativo. La nostalgia es facilona y es más difícil apreciar los
tiempos que corren en vez de añorar los pasados.
Y yo soy ese típico cabrón que
siempre quiere hacer el más difícil todavía, ese cuádruple mortal
antes de ponerse a intentar el quíntuple.
Por tanto no esperes de mi mucha
nostalgia porque, francamente, me parece facilona. Insisto.
Pero bueno, si quieres, no sé,
hablamos de los Bollycaos, o de los bollitos de la Pantera Rosa, o de
los Tigretones. O de las Manos Locas. Pero sólo un rato.