Cuando uno es un genio despampanante
que te cagas duerme poco, porque, claro, qué pérdida de tiempo,
cuando uno podía estar escribiendo sobre mierda, ¿no?
No me hagas caso, dormir es una cosa
fundamental, lo que pasa es que me han despertado a voces unas
verduleras locas que tengo por aquí. Cristo bendito, qué cruz.
Y como ponerme a fumar desde tan pronto
pues como que me parece muy Miedo y Asco en Las Vegas pues escribo
así un poquillo y se ha terminao.
Podría ponerme a fumar, desde luego,
pero como soy muy avaro no me gusta gastar. Así que prefiero comerme
las uñas, que son gratis, que fumar.
Lo gratis es mejor que lo pagando
porque lo pagando te hace gastar dinero y gastar dinero a mi me jode
un huevo. Es una molestia terrible. Tenían que prohibirlo.
Eso de andar derrochando lo que tanto
cuesta ganar es una cosa que me enferma. ¿Pero cuántas mierdas de
perro más quieres comprarte? Pasas por delante de Primark y eso es
una oda al no saber contenerse.
Yo llevo unos cuantos años con mi moda
basada en el concepto “con lo que haya te las compones, hijo de
puta” y soy el más moderno de mi barrio. Eso sugiere la forma en
la que me trata Baltasar, el que vende los Kleenex.
Baltasar es un perro callejero, por eso
tiene olfato. Y por mucho que yo me empeñe en vestirme de
zarrapastroso él sabe, porque lo huele, que tengo sangre real. Así
que se acerca a ver si me saca algún dinerillo, el muy hijo de puta.
¡Ni un duro! ¡Me cago en la puta ya!
¡Ni un duro!