martes, 10 de enero de 2017

Frost Encuadernadores de latón

Cuando uno es un genio despampanante que te cagas duerme poco, porque, claro, qué pérdida de tiempo, cuando uno podía estar escribiendo sobre mierda, ¿no?


No me hagas caso, dormir es una cosa fundamental, lo que pasa es que me han despertado a voces unas verduleras locas que tengo por aquí. Cristo bendito, qué cruz.

Y como ponerme a fumar desde tan pronto pues como que me parece muy Miedo y Asco en Las Vegas pues escribo así un poquillo y se ha terminao.


Podría ponerme a fumar, desde luego, pero como soy muy avaro no me gusta gastar. Así que prefiero comerme las uñas, que son gratis, que fumar.

Lo gratis es mejor que lo pagando porque lo pagando te hace gastar dinero y gastar dinero a mi me jode un huevo. Es una molestia terrible. Tenían que prohibirlo.


Eso de andar derrochando lo que tanto cuesta ganar es una cosa que me enferma. ¿Pero cuántas mierdas de perro más quieres comprarte? Pasas por delante de Primark y eso es una oda al no saber contenerse.

Yo llevo unos cuantos años con mi moda basada en el concepto “con lo que haya te las compones, hijo de puta” y soy el más moderno de mi barrio. Eso sugiere la forma en la que me trata Baltasar, el que vende los Kleenex.


Baltasar es un perro callejero, por eso tiene olfato. Y por mucho que yo me empeñe en vestirme de zarrapastroso él sabe, porque lo huele, que tengo sangre real. Así que se acerca a ver si me saca algún dinerillo, el muy hijo de puta.

¡Ni un duro! ¡Me cago en la puta ya! ¡Ni un duro!