Uy, el Lotus. Ese juego era como de
categoría. Y el coche. Todo lo Lotus es bueno. Los lotos también.
La flor.
Descubrí un templo que me encantaba y
lo nombré edificio que más me gustaba del mundo, aunque acabe de
ver lo pensado para el norte de Madrid. Qué chulada de edificios.
Pero sigo.
Este templo se llamaba El Templo del
Loto y anda por la India. Tiene forma de loto abriéndose y dentro
entras a rezar. Hacer un edificio con forma de cruz, como las
iglesias, me parece muy fácil pero ¿de loto? La polla.
Rezar ahí dentro te ha de hacer sentir
muy bien. Como en mucha comunión con lo alto. O lo que nos rodea,
dependiendo de si eres cura o caballero jedi.
La comunión es lo más importante, sin
ella estamos perdidos. Pero no perdidos en plan desesperación, que
también, sino digo en plan brújula. Si no estás en comunión tu
jornada no tiene sentido porque no sabes hacia dónde tienes que ir.
Si no estás en comunión eres esa
oveja descarriada, y no descarriada por podemita, sino porque se ha
perdido del rebaño. Vamos, que anda sola y de mal rollo. Si estás
solo estás de mal rollo porque estás diseñado para vivir en común.
En Comú, como los podemitas. ¿Has visto alguna vez algo más triste
que esa tuerca suelta que encuentras en el fondo del cajón cuando
buscas pilas?
Tú eres esa tuerca si no estás en
comunión.
Por tanto para recuperar tu dirección,
tu comunión, has de entrar a rezar a El Templo del Loto. Porque allí
Dios o La Fuerza, como te guste llamarle, te explicará, al oído,
qué es lo que tienes que hacer.
La movida es que alguna vez te manda
cosas que te quedas todo loco. ¡Joder con La Fuerza! Qué cosas
tiene.