Supongo que todos recordaréis el
Rastan. ¿No? El juego de Conan.
Ser Conan mola mucho, eso lo sabe todo
el mundo. Conan te despieza a espadazos y ni se inmuta, porque los
códigos morales no los tiene claros, el tío. A ver, matar está
mal, pero matar para el bien no está mal. ¿O está mal? Ay, no
tengo ni idea. Pobre Conan.
¡No sé! Si me ataca un monstruo ¿qué
hago? ¿Dejo que me coma? ¿Me defiendo sin matarlo? Joder, es que
eso es muy difícil. A ver si por estar demasiado pendiente de no
matarlo me va a matar él a mi y ahí estamos vendidos.
Y si me mata ya me dirás tú quién
cuida de mi familia. Porque yo aporto mucho a esa choza. Tengo mujer
y niños. ¿Me dejo matar por el puto monstruo? Dile tú eso a mi
mujer. Si te atreves.
Así que ¡no sé! ¡Esto de ser Conan
es muy difícil! La moral se te vuelve locatis. ¿Qué está bien y
qué está mal en Cimmeria? Nadie lo sabe.
A mi haber vivido en Cimmeria durante
unos años, junto con todos vosotros, me han parecido unas vacaciones
agradables. Aquí se ha vuelto todo el mundo orate y nos hemos
despiezado como carniceros. A Errejón le llaman mariquita y a Pablo
Iglesias le dicen que va del palo de mesías. Aquí no ha quedado
títere con cabeza.
Y, sin embargo, me ha parecido muy
divertido, porque yo nunca había estado en Cimmeria.
Ahora bien, la válvula de la moral la
tengo que echa humo. Tengo una sobrecarga ahí que yo no sé qué
hacer para que eso se enfríe. No, no toques. ¿Por qué tocas?
Pero es lo que tiene ser Conan, chico.
Qué le vamos a hacer.