Ahora que va a salir la Nintendo Switch
repasemos la Wii, que es la mejor consola de Nintendo hasta la fecha
al menos para mi.
La Wii era pura ilusión. Con la
Nintendo DS se me transmitió la idea de la vuelta a la pureza de los
videojuegos, aquella que se me quedó atrás con la Super Nintendo.
Así que cuando salió la Wii esta sensación se completó. Me la
regalaron en Nochebuena y no salí, me quedé jugando a Wii Sports.
Me recuerdo a mi mismo riendo de
alegría mientras jugaba al juego de boxeo, como diciendo “¡Esto
funciona! ¡Esto funciona!”. Era alegría infantil, de esa tan
deseable.
Si has de comprar alguna alegría,
compra la infantil. De esa alegría nacen las demás.
De igual modo, si riegas una planta has
de regar la raíz, no las hojas, porque esa es la clave de la planta.
Las hojas son muy bonitas pero vienen y van con las estaciones. Sin
embargo, la planta siempre está ahí, sea invierno o verano.
Por tanto la alegría que has de
comprar es la alegría más sencilla de todas. En tu casa se comen
muchas cosas, pero pan siempre hay, ¿no? Pues eso te estoy diciendo.
Esa es la esencia de Nintendo, por eso
la aprecio tanto, porque va a la raíz. Sus juegos tienen la premisa
de ser divertidos, luego ya veremos cómo los vestiremos. Vestir de
seda a la mona es una cosa como muy de pueblo.
Y eso es lo que me parece a mi la Wii,
pura pureza. La veo ahí blaquita, inmaculada, tras caerle encima
todas las críticas de los niños rata, que si su mando es gimmicky,
que si ha arrastrado por el lodo de las masas a los videojuegos... Y
la Wii sigue ahí, un poco inclinada hacia arriba, porque la tengo
con su soporte.
¡Es que se la suda todo lo que digan
de ella! ¡Es increíble! Cuánta majestad.