En la Noche de los Tiempos los lectores de DVD eran muy gruesos, tanto como sus predecesores, los VCR.
La lógica impuso reducir su tamaño
porque las partes mecánicas no son importantes en un aparato de
reproducción digital, al contrario de lo que ocurría con los
reproductores analógicos.
Pudiendo, por tanto, cumplir los
objetivos prácticos con un tamaño inferior, el grosor de los
aparatos termina siendo un adorno, encantador pero exento de
practicidad en el sentido estricto del término.
¿Debemos dejarnos seducir por la magia
de tiempos pretéritos y mantener el tamaño grande por una mera
cuestión estética o debemos, en cambio, seguir con la
miniaturización hasta sus últimas consecuencias?