Aprovechando que OT se reencuentra,
saquemos este disco de mierda que me dieron en el McDonald´s
Si quieres pasar una jornada buena en
este mundo, antes de hacer cualquiera de esas cosas indeseables que
podrías hacer si no, puedes coleccionar merchandising. Es una cosa
bonita, con significado y que las marujas no lo entienden. Algo
estupendo.
Si a una maruja le llegas y le enseñas
el muñeco que te han regalado en el McDonald´s no lo entenderá,
porque ella ha olvidado qué es ser niña y se cree que la vida sólo
son obligaciones. Te mirará extrañada, aunque dentro de ella existe
una pulsión de abrazar ese muñeco, como existe dentro de todos.
La inteligencia y utilidad social de
las personas depende de forma directamente proporcional al caso que
hagan de esa pulsión. Si no le hacen caso puede ser por dos cosas,
por falta de formación o por falta de inteligencia innata. Sea como
sea alguien que haga caso omiso a esa pulsión es socialmente
despreciable, lo que se dice un peso muerto.
Con las marujas también se puede hacer
dos cosas: recuperarlas o dejarlas ir, allá que se maten. Si
responden con agradecimiento a su mentor como buenas alumnas, sumisas
y obedientes, recibirán la formación que necesitan. De no ser así
recibirán una tibia caricia envenenada, mientras les sueltas la
correa y las mandas hacia su muerte segura, ya que dependen de sí
mismas.
He de admitir que también depende de
su candor. Una mascota con alto candor tiene menos probabilidades de
ser abandonada en una gasolinera. Con las marujas funciona el mismo
principio.
Sea como sea, dejando de lado aspectos
formativos, las marujas son unas mascotas estupendas. Para mi son
como gatos, mis mascotas preferidas. Sí, son un poco displicentes,
desagradecidos a veces, pero el gusto que da achucharlos compensa
esos conatos de animalidad. Tiene hasta gracia, o al menos es una
forma de mirarlo cuando te entran ganas de largarlas por la puerta.
El día de tu triunfo será cuando tu
maruja empiece a jugar, ella solita, sin su correa, con los juguetes
del McDonald´s sentadita en la alfombra. ¡Qué día de gran
celebración! ¡Qué alto honor se le ha concedido! ¡Hoy como premio
podrá hacerte tu cena, dando saltitos!
Y es que hay que aguantarlas. Porque el
premio final es enorme.