sábado, 24 de enero de 2015

El sentido putesco de la vida

Una de las cosas que más me gustan (o al menos que menos me repugnan) es dar un paseíto por Bravo Murillo. Como bien sabéis, de Cuatro Caminos para arriba es "Barrio Latino". 

Los latinos, por no ser anglosajones, caen de patitas en cada "trampa capitalista" que el destino les pone en sus caminos. Quizás una de las mejores cosas que ha traído el capitalismo es la exaltación del sexo como algo válido. Como también bien sabréis gracias a vuestros profesores de cuando erais pequeños, hay un trecho muy estrecho entre libertad y libertinaje. 

Es claro que todos los mitos están para ser derribados, ya que esa es su naturaleza: el mito es una imagen irreal y megalómana de una verdad sencilla. Por tanto, al tener pies de barro, al ser una verdad sencilla disfrazada de algo más grande, es sólo cuestión de tiempo que esta sea puesta en su lugar. Pero hay que pasar por la mentira para saber apreciar la verdad.

El sexo, al estar tapado con un manto de "esto es mala cosa", históricamente ha sido tabú. ¡Cualquiera toca un tema que no puede ser tocado! No hay huevos. Sin embargo, en los últimos tiempos, ya sea por una intención de embrutecer a las masas, ya sea por un afán de desenmascarar un pecado que en realidad no lo era, ya sea por una mezcla de ambas cosas, el sexo se maneja abiertamente como "algo bueno". Pero tampoco es tan bueno. Vamos, ni mejor ni peor que una palmera de chocolate. Ni es algo oscuro y pecaminoso ni algo reverenciable que, en algún caso, pueda conducirnos hacia la libertad. Es otra cosa más. Como una palmera de chocolate. Está bien, pero tampoco le haces una estatua. 

Los latinos están en esa etapa tan simple y maravillosa del "'¡Todo vale! ¡Viva el sexo!". La educación católica tiene cosas buenas, como subrayar la importancia de la piedad, la compasión y la hermandad. Sin embargo, peca (irónicamente) de pedorra tildando de demoníacos algunos aspectos de la vida que, como decimos, son tan buenos o tan malos como una sencilla palmera de chocolate. Ya ves tú. Y los latinos vienen de una educación católica. Normal que caigan de patitas en todas las "trampas capitalistas" porque, en última instancia, no lo son. Si la represión del sexo no fuera mala la gente no se tiraría de cabeza a las Sex Shops en cuanto el sistema abre un poco la mano. Sin embargo, una vez pasado por ahí te das cuenta de que "no es para tanto" y la cosa se equilibra.

Yo ya estoy resabiado del sexo. He crecido en la España de la Doctora Ochoa y coleccioné (mejor, dicho, mi madre coleccionó, lo que denota una buena predisposición hacia estas cosas en el hogar) El Libro de la Sexualidad. La primera palabra que busqué en Internet fue "travesti" y vi, no sin estupor, las fotos de Goatse. He recorrido los bajos fondos de Internet hasta ver todo tipo de perversiones que me han llamado más o menos la atención. No es ni bueno ni malo, es algo por lo que hay que pasar después de casi una Historia entera diciendo que "eso es pecado". Pues no, no es pecado. Pero, como decimos, tampoco es la panacea. Y menos mal que no lo es. 

Nuestros amigos latinos todavía están fascinados por el sexo. Les flipa, como es natural. Es como que a un niño que sus putos papás le prohiben el azúcar y le sueltas en una tienda de gominolas. Al principio igual prueba un regaliz tímidamente, pero lo natural es que al poco rato esté buceando en toneladas de azúcar refinada. No es que al niño le pase nada malo, es que le han dado poco azúcar. Y está compensando. 

¿A dónde nos lleva todo esto? Bueno, como ya habrás podido adivinar desde el principio, todo esto ha sido una sucia excusa para hablar de lo que le gustan a las latinas estos zapatos puta que tanto se llevan en los últimos tiempos. O viceversa. ¡Cómo les gustan! Tienen hasta una movida para rellenarse el culo en los vaqueros y conseguir el efecto "cola alta" (culo alto) que tanto les maravilla. Sí, se llama así, "cola alta". Lo pone en los escaparates de las tiendas y se quedan tan anchas.


Los maniquíes tienen unas tetas que lo flipas, todas siliconadas. Normal, como decimos. Si alguien es casto, se sentirá agredido por determinadas exaltaciones de la pasión. Sin embargo, si no lo es y le obligas a serlo, en cuanto le des la oportunidad se va a poner una 130 para que la follen por el culo todos los papitos que pueda encontrar. 


Por esto es importante no fundar una convivencia basada en "una idea superior", mejor que las demás. Ni la castidad es la panacea ni lo es tampoco la sodomía. Son cosas a las que uno tenderá más o menos según sea cada cual, pero en ningún caso podrá imponerse una u otra visión por la fuerza. La visión que haya de fundar una sociedad, si es que una visión puede hacer eso, que no lo creo, ha de saber dejar hacer a la gente. No ha de guiar, en todo caso habrá de inspirar a los demás que no necesitan ninguna guía externa más allá de ellos mismos. 

¿Aún así buscáis una panacea, una idea superior a la que seguir ya que vosotros, tristes criaturas cegadas por vuestra ignorancia, no sabéis que dentro tenéis toda la información que podáis necesitar y que nadie, nunca y de ningún modo, os podrá brindar? Bueno, puedo aceptar eso. Y no sólo lo acepto sino que me regodeo, porque así puedo guiaros hacia mi propio gusto estético y convertiros en títeres de un teatro prefabricado que tiene su germen en mi propia visión del mundo, ni mejor ni peor que la vuestra. Sin embargo, como vosotros habéis abdicado de vuestra propia capacidad de tener una visión y una manera de enfocar las cosas, se me brinda a mi la oportunidad, como astuto observador de vuestro comportamiento cobarde, de sustituir vuestras ideas por las mías. Y así, como un caprichoso niñote, hacer que bailéis a mi son. ¿A dónde llevará esto? Evidentemente a nada. Sólo a complacer a mi ombligo hasta que me dé cuenta de que imponer mi visión a los demás no me traerá la felicidad. Y ahí os soltaré y me iré a un rincón a llorar, más vacío que al principio.

Con lo bonita que es esta repugnante mezcla entre los zapatos puta y las Panama Jack, los dos puntales de la putez femenina adolescente de estos últimos años... Y yo que os quería comer la olla para que os gustase tanto como a mi por su burdez, por su vulgaridad, por el asco que me da... ¿Y ahora qué voy a hacer?


Venga. Sed modernos.