Si vives en este mundo sabrás que ha
salido Pokemon Go. A mi, francamente, plim. No me lo he bajado ni
pienso, pero con leer el tsunami de posts que hay sobre esto (y que
uno ya es perro viejo en esto de los videojuegos) uno ya capta con
bastante facilidad de qué va. Capturar Pokemons aprovechando las
capacidades de geolocalización de los smartphones y la famosa
realidad aumentada. Guay. Ya pillo. No soy tonto.
A mi me parece un juego cojonudo. No me
parece noticia que Nintendo haga una killer app, lo que me parecería
noticia es que no la hiciera. Nintendo es la salvadora de los
videojuegos desde el crack de 1983 y no ha parado de pegar la
campanada y de intentar el más difícil todavía desde entonces. Lo
que sí me resulta irritante (soy facilito de irritar, también te lo
digo) es los ríos de tinta que esto ha movido.
Me gusta meterme de vez en cuando en
LinkedIn a ver “qué se cuece” y a promocionar mi propia mierda.
Y ha coincidido que estos días me he metido coincidiendo con el
lanzamiento de Pokemon Go. Como yo trabajé en publicidad, tengo la
suerte o la desgracia de tener entre mis contactos a muchos planners,
a muchos “business seekers”, a mucho enterado en general. Y están
todos con el culo hirviendo con la “next big thing” que Nintendo
ha tenido a bien lanzar al mundo.
Unos dicen “¡Es una maravilla!”.
Vale. Otros, que van más de superiores, se hacen los estrechos. “Sí,
pero esto no tiene recorrido, Nintendo, a mi no me la das”. ¡Cómo
nos gusta a los listos de turno torcer la boca ante un éxito
indiscutible! Nos hace sentir superiores al éxito en sí. No nos
crucifiquéis, somos humanos. Al menos no estafamos a ancianos con
acciones preferentes, que también podríamos estar haciéndolo
perfectamente.
Llega el momento de la irritación.
Todos los que hoy hablan de Pokemon Go entran al despacho de su jefe.
“¡Jefe! ¡Se va a romper las manos de aplaudirme! ¡Su cachorro ha
detectado una tendencia a-bru-ma-do-ra! ¡Pokemon Go! ¿No sabe lo
que es? Yo se lo explico”. Y el nota en cuestión hincha su pecho y
empieza a hablar del asunto.
No tengo nada en contra de que la gente
vea las noticias. Bueno, podría, pero no quiero hilar tan fino. Pero
sí que me irrita (insisto) el que este tipo que entra al despacho
del jefe, me temo, en 1996, que es cuando nació Pokemon, estaría
mirando por encima del hombro al que estuviera interesado en esa
“ridícula tontería para niños inadaptados”. Me temo, para mi
desgracia, que ese tipo, 20 años después, es el mismo que ha
entrado al despacho de su jefe hablando de Pokemon y de Nintendo como
si de El Santo Grial y El Arca de la Alianza se trataren. ¿A usted
no le ofende esto? Debería, mi buen lector.
Cuando una cosa ha tenido éxito no
tiene ningún mérito elogiarla. Coño, ya ha tenido éxito. ¿Para
qué necesita tu apoyo? Le sobras. Lo grave es que no la estás
apoyando, sino que estás intentando aprovecharte de su reflejo. De
tirar de su rebufo, ya que tú no tienes envergadura para avanzar por
ti mismo.
“The new needs friends”, dice Ego,
el crítico culinario de Ratatouille cuando ha comprendido la
magnitud de su obcecamiento y de cuán soberbio ha sido.
Naturalmente, al apoyar el plato cocinado por una rata pierde su
credibilidad y su trabajo, pero gana el respeto por sí mismo que ya
ni recordaba.
El mundo no necesita palmeros. No
necesita (más) arribistas. Necesita gente que se sienta en una mesa
y se pone a pensar seriamente cómo hacer que los niños y no tan
niños de 2016 se diviertan. Necesita gente competente, que pone su
esfuerzo y su corazón al servicio de los demás. Y, si Dios tiene a
bien dárnoslos, gente que les apoye en la fase en la que nadie cree
en ellos. Sólo así se puede llegar a algo y el mundo puede avanzar.
Lo que sobra es el amigo que te llama
cuando te va bien. ¿Qué interés tiene eso? ¿Para qué te quiero
ahora? Te necesitaba cuando estaba en el garaje de mi familia
montando un puto ordenador con cuatro tablas y unos chips que robé
del basurero de la tienda de informática. ¿Para qué te quiero
cuando mis acciones están rompiendo el techo? No te ofendas, pero
para estorbar. Tú no eres un amigo, eres un farsante. Y no quiero
farsantes a mi alrededor. Y menos cuando he creado Apple.
Por eso el fenómeno Pokemon Go a mi en
lo que me hace pensar es en la purga. Imagino a ese empresario
achuchado porque-no-llega-no-llega. Tiene muchos empleados y teme que
no todos son productivos. ¡Rayos! ¡Pero esto es una gran empresa!
¡Con lo que tengo encima no tengo tiempo para ir empleado por
empleado fijándome en quién tiene talento y quién no! ¡Qué
movida! Necesito un método rápido para separar el grano de la paja.
No se preocupe, amigo empresario, amigo
emprendedor, amigo creador de riqueza. Yo, su humilde servidor, tengo
la solución.
Siéntese cómodamente es su
despampanante despacho. Póngase un cafelito y espere, amigo, espere.
Pronto, muy pronto, llamará a su puerta un empleado a hablarle de
Pokemon Go y de las in-fi-ni-tas posibilidades que eso puede
representar para su modelo de negocio. Deje que hable con una sonrisa
en la boca. Asienta, tampoco sea maleducado. Dele las gracias y deje
que se marche por donde ha venido. El proceso se repetirá varias
veces, dependiendo del tamaño de su empresa y de la cantidad de
pesos muertos con los que cuente.
Al final del día, con 0 esfuerzo,
tendrá una lista de la gente que es prescindible en su empresa. ¡Sin
levantarse de la silla! ¡Ellos mismos habrán venido al matadero!
Vamos, esto es un método y lo demás son tonterías, ¿no cree?
Despídales urgentemente. Ellos mismos
se han delatado, no tiene que pensar demasiado. Ellos mismos han
confesado el crimen. Y ahora, con la empresa limpia, váyase a
fijarse en los empleados que le quedan.
Fíjese en el raro. El que juega con un
cachivache inusitado. El que no se sabe atar los cordones de las
zapatillas. El que le huele el aliento. Pregúntele cuáles son sus
intereses actualmente. De forma gratuita, tendrá de primera mano
aquello que estará de moda en el mainstream dentro de viente años,
como Pokemon, y podrá poner sus barbas a remojar. Y todo gratis.
¡Gratis! ¡Gratis! La palabra mágica.
¿Para qué necesita usted a personas
que le comunican las modas con veinte años (veinte) de delay? Para
lo mismo que un reloj que atrasa veinte minutos por norma: para
absolutamente nada. Póngalo en Wallapop. O en el paro.