lunes, 7 de noviembre de 2016

Cómo ser John Malkovich


Ah, aquellos tiempos en los que yo flipaba con Charlie Kaufman. Qué lejos han quedado.


Yo antes era redactor publicitario. Así que me flipé, como debe ser, con los escritores brillantes. Y más brillante que Charlie no hubo ni habrá, I´m afraid.

A mi la peli de Charlie que me flipó no fue esta, fue Adaptation. Esa peli es más retorcida que Gargamel. Da 100 vueltas de campana, si no son 200, y aterriza de pie. Sin embargo, time goes by.


Un escritor puede ser muy habilidoso pero si no tiene nada grande que contar de nada le servirán sus cabriolas. Y Charlie, me temo, no tiene nada tan grande que contar. Sí, en su momento contó cosas suficientemente grandes, como en Adaptation, pero, carajo, yo a esas conclusiones llegué antes de los 30. Bastante antes. Y el gachó sería bastante más viejo que yo cuando hizo Adaptation. ¿Soy yo, por tanto, más grande que Charlie? He de decir que sí.

Esto no es óbice, para nada, para que yo me compre esta peli, que encima sólo me ha costado un euro. Charlie forma parte de una gran época de mi vida, cuando empecé a ser creativo. Cuando empecé a meterme en los complicados laberintos de la expresión. Charlie, podríamos decir, es un símbolo de una etapa de la vida de Juan, yo.


Vamos a poner, por resumir, que yo ya he encontrado aquello que estaba buscando. Me llamaban Desperado, porque siempre tenía una estación más a la que llegar. Bueno, chicas, tranquilas, ya he terminado. Ya soy todo vuestro. Podéis sacarme brillo al falo como siempre habéis soñado. Mi aventura terminó.

¿Qué tipo de hombre hubiera sido si no os hubiera abandonado como perros en una gasolinera para encontrar aquello que estaba llamado a encontrar? Un mierda. Un lastre. Ese tío con el que tenéis que cargar aunque no os guste, ni un poco, además. Sin embargo os abandoné, sin piedad, y ahora soy lo que siempre habíais soñado encontrar. Mi destino era aquel, pero, al yo cumplirlo, vosotras podéis cumplir el vuestro, que es adorarme, fulminadas de rodillas.


Os traicioné por vuestro bien, para que pudieseis ser seres completos. De no haberlo hecho, por cobardía, no hubieseis podido finalizar vuestro desarrollo, como Célula. Ahora estáis a un paso de la compleción, que es agarraros a una de mis piernas y suspirar.

¿Veis qué bonito es el regalo que os ha traído papá? Claro, claro que podéis agradecérmelo. Dejad tan sólo que me ponga cómodo en el sillón. Así. Podéis empezar.