Me suena que esta línea de productos
de Adidas tuvo como imagen a Justin Bieber, al principio.
A mi Justin Bieber me parece muy bien,
como Abraham Mateo. No entiendo muy bien qué tiene la gente en
contra de estos chicos. Son guapos, dulces, sensibles y cantan muy
bien. ¿Dónde está el problema?
Hombres rudos y campestres ya hay de
sobra. No necesitamos otro más. De necesitar algo necesitamos
hombres guapos, dulces, sensibles y que canten muy bien. De los otros
ya hay a paladas. Hay de sobra.
Además, necesitamos a Justin Bieber
para que se case con Selena Gómez, que si no se sentiría muy sola.
¿Pero tú te crees que Selena se va a ir con el primer tuercebotas
que pase? No, hombre. Selena no come cualquier pienso. Selena es una
gata de competición, y como tal sólo come pienso de veterinaria, de
ese que es tan caro y la bolsa, de pecar de algo, peca de sobria.
Selena se la lió a Justin, todo hay
que decirlo. Esa no para quieta. Y Justin, como cualquier amor
adolescente, se volvió orate. Empezó a hacerse unos peinados super
punkys que delataban su rabia interior y empezó a ponerse pantalones
de esos cagones, que le sentaban fatal. Selena convirtió a Justin en
un cuadro. ¡Y vaya cuadro!
¡Ah, Selena, qué guapa eres! Te
puedes permitir cualquier cosa. Puedes destruir a Justin Bieber, que
no ha roto un plato en su vida, y quedar de buena tú. ¿Se puede ser
más deslumbrante? Justin se merienda a todas las tipas que se le
crucen por su bello rostro, pero por ti mutó en orco. Por ti y sólo
por ti. ¿Quién te ha concedido más alto honor? Evidentemente
nadie.
La belleza es el arma más poderosa,
porque puede destruir personas sin tocarlas. De un fogonazo de luz,
la belleza deforma seres. La belleza adapta su entorno a ella, porque
nadie es más bello. Y, por lo tanto, la gente se retuerce sobre sí
misma sólo para dejarla pasar. ¡Cuán poderosa es la belleza, madre
mía!
La belleza aplasta pueblos, derrumba
colosos y mea sobre bancos. Caga dentro de bocas de hombres
glorificados y le limpian el ano con la lengua. La belleza saluda con
la mano, pero mírame y no me toques. Así, así, muy bien. Ve
hincando las rodillas poco a poco, como por arte de magia.
La belleza destruye el hormigón y lo
transforma en arena para hacer un castillo. Y más tarde,
habitándolo, dirige su reino de armonioso modo. Golpea a los pajes
con su cetro y se ríe, porque encima es una cachonda. ¡Cómo es la
belleza!