martes, 30 de diciembre de 2014

El emperador en bolillas

Uno pudo pensar hace unos años, y de hecho pensó, que el marketing podía tener cierto interés. Para mi había dos cosas que me interesaban especialmente: el valor artístico y lo interesante que era que alguien pudiera comprar determinado producto porque en él veía determinados valores emocionales. Ambas cosas me fascinaban y, sobre todo, que ninguna de las dos estaban socialmente reconocidas.

Hoy sin embargo el escenario es muy distinto, al menos con respecto a la segunda cosa: todo el mundo es un experto en marketing, todo el mundo conoce sus trucos, sus mecanismos, sus aspiraciones, su intríngulis, vaya. Y, claro, en el momento que una batalla se ha ganado, que el público general la acepta como cierta, pierde el interés. ¿Qué interés tiene apoyar algo que se vale por sí mismo? En todo caso el interés podría ser arrimarse al sol que ahora calienta, para llevarse uno egoístas beneficios personales. Evidentemente, ese proceder es de personas que tienen más que ver con garrapatas que con seres humanos y en este blog no tenemos interés por ellas.


Si el marketing hoy puede tener algún interés es por la primera cosa de la que hablábamos: por un interés artístico. Hoy en día se asume y se espera de los agentes económicos que ofrezcan cierto valor con su comunicación. Esto es, una aportación cultural, un factor de entretenimiento, cierta reflexión interesante... En fin, asuntos que son patrimonio del arte pero que los presta alegremente. Esta claro que  un marketing dedicado a la venta dura, al embaucar, al liar, no tiene sentido por el mismo motivo que una relación basada en la medida en la que nos podemos aprovechar de la otra persona está destinada al fracaso. No hace falta ser una lumbrera, como mi caso es, para darse cuenta. 

Sin embargo, para hacer un tipo de marketing que esté basado en dar y recibir y no sólo en extorsionar (con mayor o menor habilidad y delicadeza) hay que cuestionar algo fundamental y que hoy se le ha pretendido dar la calificación de incuestionable: el sistema. El sistema neoliberal está pensado (si es que a tal despropósito puede llegarse pensando) para tomarlo todo y no dar nada. El que consiga quedarse con todo, o con la mayor cantidad, gana. Y no hay más. Es un juego de depredación, que si fuera un videojuego estaría muy bien y podría llegar a ser divertido. Sin embargo en la realidad adolece de falta de inteligencia, porque no entiende que si coges todo y no das nada pronto no habrá nada que coger. Por eso digo que pensar-pensar, lo que se dice pensar, los que han diseñado el sistema neoliberal no han pensado mucho.

Lamentablemente, esta forma de pensamiento propia de animales o pre-humanos se ha impuesto por la fuerza. ¿De qué otra manera podría haberse impuesto tal subnormalidad? Desde luego, por la vía del razonamiento y el respeto que dan las grandes ideas no, está claro. Así que ahora vivimos en una sociedad cuyas formas de funcionar están inspiradas en esa idea de depredar lo máximo y dar lo mínimo. Esa forma de entender el mundo sólo puede partir de un grupo de personas que no tengan capacidad de crear, por eso creen que los recursos son escasos y que han de hacerse con todos los posibles antes de que se acaben, sin caer en la cuenta de que ellos mismos podrían y de hecho pueden crear otros nuevos. Por supuesto, no hablo sólo de recursos energéticos, sino también culturales, espirituales, sociales, etc.

El marketing, como todo lo que forma parte de una sociedad, se ve modelado por el concepto base del que parte esta. En este caso, el concepto base es "cógelo todo y no des nada". Por tanto, el marketing es exactamente lo que hace. Trata de sacarte todo lo que tengas y lo hace sin respetarte, sin ofrecerte una idea interesante, que presuponga que tiene alguien inteligente enfrente o, al menos, que merezca aunque sea un pelín de respeto. Aunque sólo sea un pelín.

La idea de que al dar se pierde y al recibir se gana es propia del pleistoceno o de virus que no tienen otra labor en el mundo que arrasar con todo lo que se les ponga por delante para sobrevivir. Sin embargo, la idea realista es que en el dar se gana y en el recibir también. Cuando uno da recibe respeto por uno mismo, agradecimiento por parte de los demás, cariño, etc. Son esas cosas las que construyen una entidad social humana, y, por tanto, una sociedad con sentido. Claro está que estos conceptos para un virus pueden sonar del todo alocados, pero ¿qué se puede esperar de un virus más que su pronta desaparición?

Eso es lo que esperamos todos. Mientras, nos quedamos con esta marquesina de hoy: "Si lo compras estarás tan buena como yo!! Que sí, de verdad, que el marketing no es para imbéciles!!"

No, para nada. Para lo que va antes.