sábado, 13 de diciembre de 2014

La moto-falsa-tocata

Hoy haremos un avance importante en conocer, poco a poco, las cosas que molan y que ellas nos vayan dibujando, por su propia inercia, el mapa de la molonidad.

Hoy en día nada de lo oficial mola. Esto ocurría antes de una manera menos agresiva, porque la oficialidad no se lo había comido todo. Hoy en día la oficialidad lo cubre casi todo y a la molonidad, que es la expresión moderna de la Verdad, le queda muy poco espacio para florecer y dar frutos. 

Digamos que hoy en día nada de lo producido en el discurso occidental mola. De hecho, es la antítesis de molar. Y como el imperio occidental se ha vuelto loco, la molonidad viene ahora de lugares a los que hasta hoy no habíamos prestado atención. Indonesia, Vietnam, el puto Ecuador... Y no como antes, de una manera exótica que hiciera vibrar nuestros pagados culos occidentales: ahora molan por sí mismos, sin recurrir a la ironía o una visión paternalista del, digámoslo así, "resto del mundo". 

Hoy es "occidente contra el resto del mundo". Y occidente será el perdedor. 

El mundo de lo falso, de las economías emergentes, de todo aquello que ya no es que sea falso, sino que no pasa por las estructuras de entendimiento clásicas, mola cantidad. Y hoy tomaremos como ejemplo esta fantástica y, supongo, baratísima moto.


En la foto no se ve, pero las ruedas son los baffles. Uno se atreve a pensar que cuando suena la música los intermitentes parpadearán y el faro, que tiene el mismo color que los intermitentes y se queda tan tranquilo, es posible que también parpadee. Tiene cinco botones sencillos, que no recurren al diseño ni se complican la vida en absoluto. Complicarse la vida es una de las cosas que menos molan hoy día.

Todo fácil. Todo de cualquier manera. El yugo occidental cae. Sus estándares de calidad se revelan falsos, como todo su entramado. Esta moto refleja la revolución que hoy en día está en marcha y venciendo.

Hoy en día no tienes que llevar una camiseta del Che Guevara, icono que ha perdido el significado de tanto sobarlo, como la palabra que repites muchas veces; hoy en día tienes que tener esta puta moto excesivamente sólida, con apariencia de ser de porcelana que en realidad es de plástico, que seguramente acepte tarjetas SD o tenga en la parte posterior un enchufe USB encima de tu mesita. En ella podría sonar algún himno revolucionario clásico, para no pasarnos de modernos. No hay que pasarse. No hace falta. No sé, un Señora Azul tendría bastante gracia. Pero un Libertad Sin Ira cuadraría perfectamente sin estridencias. Como unos Levi´s, funcionaría sin destacar ni quedarse corto por ningún lado.

Así que, queridos niños, cambiad vuestros símbolos revolucionarios porque hoy los códigos son estos. Siempre que quieras tener algo de estilo, claro. Si no basta con irte a Lavapiés y vestirte con unos putos pantalones de esos como de loneta. Además, podrías repetir algún discurso manido no elaborado por ti mismo, sino que repites algo que le has oído a otro y te ha sonado bien. A mi, querido amigo, la verdad es que me da igual. 

Pero aquí hablamos, querido amigo, de molonidad. Y aquí no vale cualquier mierda que se te ocurra. Aquí tenemos mucha clase. Demasiada. 

La última lección que tenéis que aprender hoy es que esto lo habréis de tomar como inspiración, no como credo; en tal caso, lo estaríais pervirtiendo todo y no mereceréis ser llamados alumnos míos. Avisados quedáis.

¡Hala! A molar.