viernes, 4 de agosto de 2017

Agárrame esos fantasmas

No recuerdo esta peli bien pero recuerdo que era de las buenas de esas de los 80. Además si das la vuelta a la carátula ves a Michael J. Fox y a unos personajes muy tipo comedia chula de los años 80. Con lo cual concluyo que esta ha sido una buena compra, como muy de esas cosas que hay que tener.


Tras diez años finos podríamos decir que es el momento de agarrar esos fantasmas. Todas esas paranoias aberrantes que han poblado nuestra mente a causa de la ultrapresión estaría bien ir sacándolas al rellano que dentro de un rato pasa el portero a recoger la basura. ¿Qué será real y qué no? Hay una barrera de ideas confusas entre nosotros y la realidad.

Yo he tenido la suerte de no tomar ni una sola decisión basándome en la lógica. Como la lógica en estos tiempos estaba patas arriba hacerle caso era un error de libro. Así que decidí entrenar la intuición por la sencilla razón de que no había mejor momento para hacerlo.


Mi sensación era la de ir eligiendo el camino correcto desde detrás de un torrente de oscuridad. Ver un destello de luz ante nosotros ha sido más difícil que nunca y perdona que lo diga claro si te molesta o algo, pero estoy orgulloso de los logros. Todo decía no pero yo decía que sí. Y lo chulo es que al final resultó que sí, sí.

Si Los Caballeros del Zodiaco alcanzaban su verdadero potencial cuando se despertaba su séptimo sentido yo diría que yo he despertado el octavo o el noveno. No sé cómo sigo en pie. Parezco Seiya después de cada combate, que siempre se quedaba hecho una mierda, un burruño. Pero el tío sacaba fuerzas de su amor por Atenea y tiraba palante. Un verdadero Caballero de Atenea.


Lo curioso es que esto me resultaba más fácil que un “comportamiento normal”, porque un “comportamiento normal” me ha parecido más que nunca completamente anormal. El dolor cerebral de ir contra corriente era una caricia comparado con el de seguirla. Así que si tú la has seguido supongo que tengo que reconocerte mérito, sí.

Por eso estás de suerte. Tú, sí, tú. De alguna manera tengo que desliar la madeja que tengo aquí y una manera muy buena de hacerlo es darte la brasa. Como los psicólogos te pase lo que te pase te preguntan por tu infancia (cuando ya has hablado tanto de ella que ha perdido el sentido) es mejor arreglártelas tú solo. Más que nada por no gastar saliva, que ha habido que ahorrar mucho de todo.


Que no, doctor, si mi único problema es que el mundo se ha vuelto majara. ¿Usted no se ha dado cuenta? ¿Y qué hago yo aquí entonces tumbado? A lo mejor el que debería tumbarse es usted y yo preguntarle por su infancia, que por la cara que tiene tuvo que ser interesante. Pero encima de que usted es tonto pelao el que tengo que aflojar la mosca soy yo. Que no, hombre.

Esta década, realmente, el infierno han sido los demás. Por eso estoy pensando que igual el loco eres tú y me estás volviendo loco a mi. ¿Es eso, verdad? Pero claro, no quieres ir al psicólogo. Te entiendo.