Cuando bajas a comprar chucherías no
hay nada mejor que un poco de sana lectura hasta que llegas a la
tienda. Gracias a los folletos publicitarios el aburrimiento de
caminar y ya está queda reducido al mínimo de analógica manera.
Ya sé que puedes mirar Instagram, pero
eso se me hace como muy mainstream. ¡Ya ves! ¿Quién iba a decir
que los ordenadores iban a llegar a ser tan obscenamente mainstream?
Cuando compré mi Spectrum +3 era un friki. Ahora soy un friki porque
el smartphone me da dolor de cabeza. Ya ves qué cosas.
Parece ser que estoy destinado a marcar
la pauta. No, no es ganas de llevar la contraria, contrary to popular
belief. Es que cuando tú empiezas a entender algo yo la lo he
entendido hace mucho y voy por el siguiente capítulo. Además, sé
antes que tú en las trampas que vas a caer porque yo caí antes en
ellas.
Cuando empezó “lo hipster” y “lo
millennial” yo me bajé del carro antes siquiera de que empezase a
andar. ¿Por qué?, te preguntarás. Porque cuando tú eras
metrosexual yo ya era hipster. Y mientras tú te perfumabas de
Fahrenheit o Hugo (según si salías de noche o de día) yo estaba
flipando con las posibilidades de una mente desatada.
Las posibilidades de una mente desatada
eran estupendas porque los descubrimientos aparecían por doquier,
pero se detectó a medio camino la posibilidad de que algún
espabilado usase esos “superpoderes” para “ganar la partida”.
Fue en ese punto cuando lo hipster se tornó peligroso.
La gente que nos hacemos hipsters
solemos haber tenido problemas con los bullys y desde pequeños les
juramos venganza. Nos pasamos la vida pensando estratagemas para que
paguen sus afrentas. Lo hipster fue una bendición para todos los
niños marginados porque parecía un arma suficientemente potente
como para eliminar al enemigo de una vez por todas.
O eso es lo que pensaron los niños más
jodidos del patio de la escuela, claro. Yo, bueno, tampoco he tenido
tantos problemas después de todo y como tengo así el carácter
pacífico tiendo al perdón temprano. Pero los más dañados no se lo
pensaron dos veces: abrazaron “lo hipster” como el Santo Grial.
¡Qué terrible error!
Como tengo debilidad por lo cristiano
sé de buena tinta que el verdadero Grial es una copa humilde, no una
copa suntuosa. La copa suntuosa la elige el que su dolor le nubla la
vista hasta el punto de ver sólo venganza. Y esta fue mi gran
revelación cuando “lo hipster” estaba a punto de alumbrarse: ese
camino sólo llevaba a un choque frontal de trenes terrible.
Por eso me bajé del vagón a
trompicones e intenté llevar conmigo a todo el que pude.
Lamentablemente estaban demasiado confundidos por las promesas de
victoria y siguieron adelante. Y yo como ya me había dado cuenta del
verdadero problema central de las cosas me ahorré la colisión. ¿Lo
veis? Juan es infinito, Juan es eterno. Juan siempre tiene razón.