sábado, 5 de agosto de 2017

Carte d´Or – Gelateria – Stracciatella

Tener gustos caros es una cualidad que tiene un añadido que acabo de descubrir, verbigracia: cuando bajas al mundo de las clases populares, repugnantes, ves que tienen versiones de lo caro pero baratas.


Acostumbrado al Ben & Jerry´s o, si no queda más remedio, Häagen Dazs, recurrir a la Carte d´Or de Frigo es un viaje chupiguay lleno de mequetrefez de señoritinga. Uno se siente como una pija de Santander descubriendo cómo se hace el pan.

Al igual que una pija de Santander siente constantemente, yo ahora estoy sintiendo que estoy engordando. Cuando digiera mi ingesta de helado la sensación desaparecerá, pero la pija seguirá con ella. Así que supongo que en ese sentido la pija me gana.


Engordar es una cosa muy chula y en eso coincido con la pija. Uno se siente repugnante, satisfecho, sin pensar en las consecuencias de los actos. Esta sensación de lúbrica maldad es lo que se debe sentir en las orgías, por eso los romanos hacían tantas, imagino.

El equilibrio entre bien y mal es un tema que debería estar en los titulares de todos los periódicos por su crucial importancia. En conciencia no siento que esté haciendo nada de malo metiéndome tres cuartos de tarrina de vez en cuando, siento que es un capricho que sienta bien a la totalidad. Los caprichos nos ponen contentos y si estamos contentos todo funciona mejor.


Sin embargo si me comiese cada día más tarrinas sin importarme engordar como una morsa y teniendo a mi familia esclavizada para comprarme helados sí estaría haciendo algo malo. Primero a mi no me sentaría muy bien estar megagordo (aunque fantaseo con la idea) y a mi familia tampoco le sentaría bien estar esclavizada por un niño caprichoso.

Por tanto este tipo de equilibrio del que hablamos es el que necesita un poco el mundo ahora mismo. Ni ser un loco derrochador ni ser un esenio memo. Una cosa ni pa ti ni pa mi. Una cosa que funcione, que me permita estar contento y por tanto que todo funcione como la seda. Si yo estoy contento todo funciona como la seda.


Si yo estoy contento mando igual de bien pero no me duele la cabeza, por lo que mis órdenes serán más claras para tus oídos y saldrás ganando. La comprensión de la esencia de la cuestión será más perfecta y los daños emocionales en tus sentimientos (cosa muy molesta, te reconozco) quedarán reducidos al mínimo. Por lo tanto mi satisfacción es la de la generalidad.

Así argumentado resulta evidente que yo tengo que estar bien alimentado. Podrías verlo sin que yo te lo explicase, mejorando tu posición como empleado, pero como a ese nivel de malabarismo no llegas me haces levantarme de mi sillón. Shame on you.