Yo me compré el HIStory de Michael
Jackson y para un niño como yo por aquel entonces el espectáculo de
celebración de sí mismo por parte del cantante en el álbum me dejó
noqueado. Yo fui educado, como todo el mundo, en la cultura de que el
darse importancia es malo.
¿Es malo? Sí y no. Si lo haces con
inocencia no, si lo haces para quedar por encima de los demás sí.
Cuando yo digo con toda la cara “soy la polla con cebollines
caramelizados” (pongamos por caso) me pongo suficientemente en
evidencia como para que tú puedas reírte de mi con gran carcajada
si te apetece. Es un trato justo.
Sin embargo si digo que soy la polla tú
te ríes y me enfado mucho contigo ya mal. ¡Hombre! ¿Qué te has
creído? ¿Qué coño es esto? Una cosa es una broma y otra que te lo
creas en serio, imbécil. Anda, vete a la esquina de pensar que te
hace mucha, mucha falta.
Supongo que la egolatría millennial es
una reacción normal de chicos jóvenes en una cultura en la que la
constricción del valor personal es quizás demasiado estricta. Vamos
todos por la vida con la cabeza agachada, estilo gallego, y los
jóvenes ven, con razón, que eso es una tontería además de una
impostura. Esto es más evidente en personas que tienen formas
humildes pero sus actos revelan una soberbia espantosa.
Así que su forma de evidenciar el
problema es disfrazarse de Modelitos Martel, luchador de wrestling
americano descacharrante por ser vanidoso a la enésima. Lo sé
porque yo lo he hecho, y si yo lo he hecho imagino que algún chaval
más joven que yo también habrá pillado el truco.
La humildad es ser como tú eres, ni
mejor ni peor. Sé que concepto tan denso es quizás muy complejo
para un insecto como tú, pero te insto a que te exprimas tu ridículo
cerebro a ver si sacamos un poquito de zumo de inteligencia para
variar. ¿Ves? Este es el rollo.
¿Más soberbios que me gustan? El Tío
Gilito, obsesionado con el dinero hasta el punto de hacerse una
piscina de monedas. Anton Ego, el crítico culinario de Ratatouille,
que no es más que un niño incomprendido en un mundo de personas
vulgares. Y más recientemente Bebé Jefazo por motivos evidentes.
Super Mario de soberbio no tiene nada,
encarna todo lo contrario. Pero como es tan perfecto aburre un poco y
aparece Sonic a supervelocidad. Sonic es respondón y chulito y eso
mola. No hay que darle vueltas a algo tan facilón.
Qué complicado es eso de los
personajes de ficción, ¿eh? Cada uno tiene un trocito de nuestra
alma y hay que juntar todas las piezas. Bueno, tiempo tenemos. ¿No?
¿Quieres salir del trabajo antes de tu hora? Uy, qué mal rollo de
empleado. Mira Gómez, 18 horas al día y me chupa la polla
constantemente. ¡Qué bueno eres, Gómez!