Si quieres ser guay-dabuti-bien tienes
que ponerte parches, hombre. Los parches son una cosa muy
contemporánea, significa que esa cazadora que tiene una raja en la
manga no la vas a tirar y a comprarte otra. En cambio la vas a
arreglar, porque eres una persona que entiende el verdadero rumbo que
ha de tomar el devenir de la convivencia.
Más allá de la pertinencia conceptual
de un parche hay que decir que los parches molan mucho sin más. Los
parches son como una colección de cromos que llevas encima para que
todo el mundo la vea. Los parches pueden ser de todo tipo, pueden ser
de Metallica o de Frozen, lo que más te guste. Si ya quieres petarlo
a saco puedes combinarlos, como yo, dejando claro que tú te
desenvuelves tanto en un garito jevirulo como en Disneyland Paris.
Si quieres ponerte parches te
recomiendo que más allá de pegarlos con la plancha deberías
coserlos, porque si sólo los pegas se acaban despegando. Porque des
un par de puntadas como hacía tu abuela no te va a pasar y nada y de
paso le haces un homenaje a tu abuela, que desde que murió no
visitas la tumba ni visitas ná. Hay que honrar a los muertos.
El tema ese de la muerte es un tema, a
día de hoy, delicadillo. Nadie entiende bien la muerte, la muerte de
entrada le acojona a todo el mundo. Cuando algo acojona lo
reverencias de exagerada manera, no vaya a ser que te quedes corto en
la reverencia y ese algo te fulmine con un rayo. Sin embargo cuando
entendemos las cosas las tratamos con naturalidad, con sencillez.
Cuando entendemos las cosas estamos más tranquilos, digámoslo así.
Yo, que conozco bien a la muerte, te
tengo que decir que se siente un poco ofendida con esa representación
que se hace de ella de un esqueleto con una túnica negra y una
guadaña. La muerte es como una niña no muy lista que le gusta jugar
con formas fáciles y colores puros. A la muerte hay que
representarla, más bien, como esa niña cursi que no sabe jugar a
indios y vaqueros.
Con mi representación de la muerte
todo mejora. De entrada no asusta, en el peor de los casos enternece.
Cuando algo en vez de asustar enternece puedes relacionarte con ello.
Puedes hacer de la muerte otra prenda más en tu total look y no
esconderla en la parte más oscura del armario porque te da miedo. La
muerte se parece mucho a una tienda de Desigual.
¿Sabrán en Desigual que su propuesta
estética es la muerte? No creo, no les da el cerebro. Ya te digo que
la muerte es una niña un poco atolondrada. ¿Importa que no sepan
que están vendiendo muerte a las masas? No demasiado, así las masas
se hacen amigas de la muerte sin saberlo, porque si lo supieran igual
la daban de lado por la fama que tiene.
Realmente la muerte no existe, la
muerte es aquella parte de la existencia hacia la que se apunta con
la daga de la culpa. Si quitamos la daga de la culpa quitamos la
muerte. Pero en estos tiempos la daga de la culpa apunta hacia el
lado femenino, juguetón, porque en estos tiempos la vida se asocia
con el orden y la disciplina. Una niña juguetona es una amenaza para
el orden y por tanto sobre ella ha de recaer el peso de nuestra ira.
Pero no desesperéis, porque ahora la
daga está girando en sentido contrario. El peso ahora empieza a
recaer en el otro lado. ¿No os gusta el psicótico juego al que
jugamos los humanos en pleno siglo XXI? Lo único que hacemos es
buscar culpables porque no sabemos jugar a nada que incluya a todo el
mundo. ¿No somos una raza como mazo de achuchable o algo así?