Rayman es un videojuego francés, por
lo tanto tiene gracia pero no mucha.
Cuando juegas a Rayman te asalta una
sensación tenue de quiero y no puedo. Ves que esta gente se ha
esforzado en escribir líneas simpáticas, graciosas. Pero nunca te
ríes con las tripas, nunca llegas a la carcajada. Te ríes un poco
en plan premio de consolación, como entendiendo que lo han intentado
y tampoco es plan de contestarles con una cara completamente seca.
Es como una serie de dibujos animados
francesa, como Lady Bug. Estás más pendiente de quitarle faltas que
de disfrutarla porque, bueno, es francesa. Bastante que se han echado
al monte y han intentado hacer una serie de dibujos. Si eres
demasiado crítico igual les hundes la moral y acabas con toda la
industria de animación francesa.
Saber establecer dónde está la línea
divisoria entre la crítica y el sadismo es una cualidad que separa,
a la vez, a los grandes de los pequeños. Si nunca criticas nada la
gente no mejora, pero si te pasas los hundes. Tienes que tener una
mano izquierda que ni Felipe González para hacer las cosas pero sin
herir las tiernas sensibilidades de la plebe.
Definitivamente, ser líder es un
trabajo que no está pagado. Te rompes la espalda para que unos
tragaldabas en vez de un 3 saquen un 4. No quiero ni pensar lo que
debe de ser tener un hijo tonto. Te esfuerzas, le compras una
guitarra eléctrica, le apuntas al campamento de fútbol. Le das
cariño, le animas. Pero nada, el chico es tonto. No le des más
vueltas, es tonto. Nunca lo va a conseguir. La putada es que es hijo
tuyo.
¿Cuándo es hora de aceptar que este
inepto, este trozo de carne con ojos, es un lastre para el
desarrollo? ¿Cuándo el corazón es suficientemente duro como para
abandonar a un pelele a su suerte? ¿Es posible esto, acaso? ¿Tienen
los tontos suerte de que los listos, además de listos, seamos
buenos?
Según mi experiencia personal, la
única guía para esta labor tan delicada es tu conciencia. Si en
conciencia sientes que no has hecho todo lo posible por un tonto, al
abandonarlo te vas a sentir mal por dentro. Sin embargo si lo que
sientes es que has hecho todo lo posible, pero el pobre diablo no
tira porque no llega al nivel, aunque sea doloroso el abandono del
tuercebotas, no te carcome las entrañas.
¿Qué será de este, qué será de
aquel? Nadie lo sabe porque es un patán. Puede aparecer inconsciente
en una playa de Indonesia o puedes encontrártelo en la cárcel La
Modelo de Barcelona. Todo es puramente estocástico, la estupidez no
sigue ningún patrón. La estupidez es como materia en
descomposición, su destino es un agujero negro. Los agujeros negros
son los retretes del universo, por ahí se va todo lo que ya no le
sirve al Orden Divino.
En estos tiempos en los que el
reciclaje es religión cuesta mucho tirar nada. ¿Pero realmente hay
que reciclarlo todo? Eso me pregunto yo.