Ser un pato mola mucho. Walt Disney lo
vio claro: una cosa que va a gustar mucho es un pato personificado.
Inventó a Donald y más adelante, siguiendo sus pasos, apareció
Howard El Pato.
Howard El Pato sigue a rajatabla los
patrones de las mascotas de segunda generación, es decir, las que
recurren al “escándalo” para desarrollar su personalidad. Warner
Brothers hizo lo mismo con sus Looney Toons para competir con Disney:
lo mismo pero más provocativo. Sonic con respecto a Mario hace
igual.
Observando las cosas que pasan no hace
falta ser un genio para ver con perfecta claridad que aquello cuyo
leitmotiv es ganar la competición contra otro queda, en el mejor de
los casos, en segundo lugar. El primer lugar queda reservado para
aquellos que, de competir contra alguien, compiten contra sí mismos.
Tiene todo el sentido del mundo: si en
el núcleo de tu razón de ser está ganarle a otro, en el momento en
el que le ganes tu razón de ser desaparecerá. Por tanto no podrás
ganarle nunca a no ser que quieras dejar de existir. Es un
planteamiento muy infantil, de poca monta.
Si quieres jugar una partida en la que
no se compite contra nadie has de tener una visión, la voluntad de
hacer algo, al margen de lo que hagan o dejen de hacer los demás. Si
basas tu vida en una competición estarás siempre de morros porque
tu enemigo jamás estará aniquilado del todo. Siempre te quedará
una astilla por quitar. Pero si juegas a un juego constructivo ganas
siempre.
A nadie a estas alturas del siglo XXI
se le ocurre plantear la vida como una competición. Bueno, alguno
queda, pero como hemos aclarado no merece atención. Hoy en día
Minecraft es un juego mainstream y Call of Duty queda para las clases
bajas, aquellas con muchos sentimientos negativos en su interior.
Meterte en un servidor de Call of Duty es lo más parecido a pasear
por el antiguo Barrio Chino de Barcelona.
¿Se divide, por tanto, el mundo entre
gente que vive tranquila y feliz y gente que vive rabiosa y
resentida? Definitivamente. Si quieres pasar a palacio tendrás que
dejar atrás toda esa mugre emocional que llevas encima. Y así, a
ojo, yo no diría que te la vas a quitar de un día para otro.
¿Te raya eso de vivir en un mundo en
el que competir ha dejado de tener sentido? Debería, porque no sabes
hacer otra cosa. Cuando empieces a jugar a construir en vez de a
destruir vas a flipar con lo inútil que eres en eso. Vas a darte
cuenta de que el ambiente se ríe de zopencos como tú.
¿Qué quieres que te diga? Te lo
advertí. ¿O no te lo advertí?