sábado, 21 de octubre de 2017

Howard... Un nuevo héroe

Ser un pato mola mucho. Walt Disney lo vio claro: una cosa que va a gustar mucho es un pato personificado. Inventó a Donald y más adelante, siguiendo sus pasos, apareció Howard El Pato.


Howard El Pato sigue a rajatabla los patrones de las mascotas de segunda generación, es decir, las que recurren al “escándalo” para desarrollar su personalidad. Warner Brothers hizo lo mismo con sus Looney Toons para competir con Disney: lo mismo pero más provocativo. Sonic con respecto a Mario hace igual.

Observando las cosas que pasan no hace falta ser un genio para ver con perfecta claridad que aquello cuyo leitmotiv es ganar la competición contra otro queda, en el mejor de los casos, en segundo lugar. El primer lugar queda reservado para aquellos que, de competir contra alguien, compiten contra sí mismos.


Tiene todo el sentido del mundo: si en el núcleo de tu razón de ser está ganarle a otro, en el momento en el que le ganes tu razón de ser desaparecerá. Por tanto no podrás ganarle nunca a no ser que quieras dejar de existir. Es un planteamiento muy infantil, de poca monta.

Si quieres jugar una partida en la que no se compite contra nadie has de tener una visión, la voluntad de hacer algo, al margen de lo que hagan o dejen de hacer los demás. Si basas tu vida en una competición estarás siempre de morros porque tu enemigo jamás estará aniquilado del todo. Siempre te quedará una astilla por quitar. Pero si juegas a un juego constructivo ganas siempre.


A nadie a estas alturas del siglo XXI se le ocurre plantear la vida como una competición. Bueno, alguno queda, pero como hemos aclarado no merece atención. Hoy en día Minecraft es un juego mainstream y Call of Duty queda para las clases bajas, aquellas con muchos sentimientos negativos en su interior. Meterte en un servidor de Call of Duty es lo más parecido a pasear por el antiguo Barrio Chino de Barcelona.

¿Se divide, por tanto, el mundo entre gente que vive tranquila y feliz y gente que vive rabiosa y resentida? Definitivamente. Si quieres pasar a palacio tendrás que dejar atrás toda esa mugre emocional que llevas encima. Y así, a ojo, yo no diría que te la vas a quitar de un día para otro.


¿Te raya eso de vivir en un mundo en el que competir ha dejado de tener sentido? Debería, porque no sabes hacer otra cosa. Cuando empieces a jugar a construir en vez de a destruir vas a flipar con lo inútil que eres en eso. Vas a darte cuenta de que el ambiente se ríe de zopencos como tú.

¿Qué quieres que te diga? Te lo advertí. ¿O no te lo advertí?