lunes, 11 de septiembre de 2017

Obsequium – Un relato cultural, tecnológico y emocional de La Abadía del Crimen

Si eres viejo y tienes buen gusto o eres joven pero tienes buen gusto y curiosidad conocerás La Abadía del Crimen, obra cumbre de forma indiscutible del software español. La Abadía del Crimen es quizás el mejor juego hecho nunca en España, con permiso de Commandos o RiME. Aunque yo creo que concederían el permiso sin dudarlo un segundo.


Su creador principal, Paco Menéndez, para más inri, se suicidó. O sea, como Kurt Cobain, Robin Williams o Michael Jackson. El típico genio creativo que no puede soportar el peso de este mundo bárbaro y se siega la vida. Y es que La Abadía del Crimen era un juego superlativo, algo que el hombre corriente de la época no podía alcanzar ni con una pértiga. Hacía falta el nivel supremo de Paco Menéndez para perpetrar algo así.

Yo jugué a La Abadía del Crimen con mi amigo Javier en su Amstrad de monitor monocromo, con ese verde rana que a mi tanto me gustaba. Aunque yo creo que no completamos ni el 40% del juego vivimos una aventura fabulosa acojonándonos cuando explorábamos la abadía por la noche. Definitivamente La Abadía del Crimen era otro nivel, Maribel.


Lo de que Paco Menéndez se suicidara me jode. Parece que siempre se tienen que suicidar los buenos. ¿Por qué no armamos un ambiente en el que los que tengan ganas de suicidarse sean los malos? Yo creo que es algo muy fácil de hacer, basta con cambiar las vibraciones del ambiente. En vez de unas vibraciones violentas basta con establecer unas vibraciones armónicas. En ese ambiente los malos no pueden sobrevivir y se suicidan. No les quedan más pelotas. ¿Por qué no hacemos eso?

No es ninguna dificultad, basta con que los buenos funcionemos como nos sale de natural. A ese nivel de exquisitez los malos no pueden llegar e irán quedando apartados de la sociedad poco a poco, imperceptible pero inexorablemente. Cuando se quieran dar cuenta vivirán en un ambiente en el que la alegría y el respeto por los demás son la única moneda de cambio y se dirigirán corriendo al Puente de Segovia a arrojarse al vacío ya que sus oportunidades de medrar habrán desaparecido.


Con este método además se ahorra una barbaridad de dinero porque no hay que hacer nada; no hay que perseguir a nadie, no hay que montar complejos sistemas. Basta con que los buenos seamos como somos, que ante todo es algo que es gratis. Entre nosotros se crearán vínculos basados en la sencilla afabilidad, no en la oficial, tipo Mr. Wonderful. Los buenos somos buenos de natural, no porque lo ponga en una taza. Por tanto por nuestra naturaleza armaremos una matriz de pensamiento hostil para los malos, en cualquier forma.

¿No es mi método estupendo? Como soy muy avaro me gusta sobre todo porque es gratis. Hablando como creativo me parece genial por su simplicidad. Y hablando como Illuminati me gusta por ser retorcido e implacable. Yo creo que Paco Menéndez me felicitaría por haber alcanzado una forma de pensar tan compleja y tan sencilla a la vez, como su forma de programar.


Después de todo mi método es una programación social, que no es más que una programación para los que somos más de letras. Cambiando el programa social para que por pura inercia ganemos los buenos y pierdan los malos lograremos grandes avances para la humanidad, requisito sine qua non para que hoy en día una startup reciba financiación bancaria y crédito ciudadano. Bien, mi startup no requiere financiación alguna y lo arreglaría absolutamente todo. ¿Quién va a ser el primero en aplaudir? Espero que Kurt Cobain, desde El Más Allá.

¿No es este el verdadero fallo? No faltan apps, no faltan viajes a la luna. Faltan unas normas que inclinen la balanza para el lado del bien y no del mal. Querido amigo, si tienes inquietudes creativas recuerda mi consejo: tienes que solucionar el problema de raíz. Si no sólo conseguirás progresos cosméticos. ¡Hazme caso, oh, pensador!