Si hay que trabajar en un ministerio
que sea el del sonido, ¿no os parece? Seguro que en el ministerio
del sonido los funcionarios van con gafas de sol Oakley y con
camisetas ajustaditas Powell Peralta.
En el ministerio del sonido si no
quieres beber alcohol te puedes pedir un San Francisco, que es una
bebida roja que sabe bien pero no tiene alcohol. En el ministerio del
sonido encontrarás a tus compañeras de colegio ataviadas de muy
atrevida manera y te preguntarás a ti mismo si esta chica es la
misma que se sienta tres pupitres más allá de ti en clase. En el
ministerio del sonido todo es como fuera de él pero más sexual.
Cuando vas por primera vez al
ministerio del sonido todo te da miedo. Tus amigos llevan chaquetas
de cuero cuando nunca les has visto con esas chaquetas. El cuero da
como miedo, eso lo sabe todo el mundo. Si tienes que dibujar a un
malo lo dibujas con chaqueta de cuero, no con prendas de algodón.
Además la luz está baja y la
oscuridad da más miedo que la luz, eso también es de dominio
público. El ministerio del sonido está diseñado para que pierdas
la inocencia o por lo menos la guardes en la guantera unos cuantos
kilómetros. La inocencia está muy bien pero porque no repares en
ella unas pocas horas a la semana no te va a pasar nada. A cambio
aprenderás cosas que no creerías.
La inocencia es una cosa muy olvidada.
Hoy el que gana es el fuerte y el astuto, pero al inocente que le den
dos higos. ¡Mal asunto! El inocente es el que en caso de conflicto
es capaz de emitir un juicio justo ya que su mente no está nublada
por intereses egoístas. Para tener una sociedad feliz hay que
hacerle caso al inocente.
Si pasas por encima del juicio del
inocente al principio muy bien porque te saldrás con la tuya pero a
la larga te empezarán a pasar cosas. Más allá de la percepción
material existe otra superior cuya cualidad es la de un orden
perfecto. Este orden tiene la inocencia como piedra angular y aquel
que se aleje de la inocencia también se alejará del orden, del
equilibrio completo. Por lo tanto no es de extrañar que si te alejas
de la inocencia te empiecen a pasar cosas para que retornes a ella.
¿Somos, por tanto, piezas de un
engranaje superior? ¿No somos tan libres como pensamos? Pues no, no
lo somos. Creerlo así es de una soberbia entre insultante y
enternecedora. Sin embargo esto no es malo: nuestra felicidad
absoluta depende de cuánto nos acerquemos a la sumisión completa al
plan total. Cuanto más sumisos seamos más felices seremos.
Una batidora cuando más feliz es es
cuando bate, ¿no? Puede divertirse una temporada pensando que es una
freidora friendo filetes. Se entretendrá mucho sintiendo el aceite
hirviendo en su cuerpo y pensará que ese filete no le ha quedado tan
mal cuando en realidad le ha quedado fatal. Sin embargo cuando
alcanzará su plenitud es cuando bata leche con frutas para hacer un
batido.
Por el mismo motivo tú debes pensar
muy bien cuál es tu papel en el ministerio del sonido, porque puedes
alejarte de él una temporada pero todo conspira para que vuelvas a
su seno. Así que estate atento, oveja descarriada, a ver si te van a
colocar en tu sitio cualquier día de estos y se te ha olvidado cómo
se bate un plátano.