domingo, 24 de septiembre de 2017

Xbox

Ahora lo molongui es Xbox. No, no es Switch, como todo el mundo parece creer. Switch bien pero molar-molar mola más Xbox. ¡Qué complejo es esto de saber lo que mola y lo que no! ¿Cómo se sabe? Se sabe y ya está. Esto mola porque te hace sentir cosas guays por dentro y esto no mola por lo contrario.


Hoy en día el molar se ha convertido en una profesión y cuando aparece el dinero de por medio las cosas tienden a perder la pureza. La ecuación que rige nuestros actos se ve afectada por la variable vil metal y ya no te dedicas a ver con sencillez qué mola y qué no. Más bien lo buscas. Ese es el primer paso para dejar de molar, te lo digo por si es tu caso.

La gente tiende a pensar que molar significa seguir unas normas escritas en alguna parte y no sabe lo equivocada que está. Todo el mundo mola, es algo natural. ¿Crees que yo molo más que tú? Puede, pero eso es sólo porque soy muy fiel a mi mismo. Si tú fueras fiel a ti mismo serías tan molón como yo sólo que por motivos diferentes.


Una cosa que me espanta es que alguien me llegue como enseñándome sus cartas en el molón juego. En el momento en el que entras en ese juego del demonio has dejado de molar, porque el demonio mola poquísimo. El demonio es ese niño raro que daría lo que fuese por ir con los guays y para ello trama mil y un engaños, como el demonio que es.

Sin embargo si me llega la más vulgar ama de casa hablándome con pasión de la receta de macarrones que ha sacado de Internet me quitaré el sombrero. Esa mujer sabe lo que le gusta y le flipa a manos llenas. Bien, pues esa es la fórmula de la molonidad. ¿Has visto qué fácil es? ¡Y tú yendo a exposiciones y hablando con las personas “adecuadas”! Entiéndeme cuando pienso que eres gilipollas y sumamente ridículo.


La molonidad no son unas reglas estandarizadas, como lo es todo aquello que no mola. La molonidad eres tú desplegándote de armonioso o explosivo modo, aunque las explosiones pueden ser armoniosas perfectamente. Pero tú ya me has entendido lo que quiero decir. Lo que digo es que para molar primero has de saber quién eres porque si no te pasarás la vida imitando a otros que lo saben.

¿No te gustan las exposiciones? ¡Qué casualidad! ¡A mi tampoco! Sin embargo me gustan las consolas, ya ves tú. ¿Que a ti te gusta la cría del champiñón? ¡Fascinante! Háblame sobre ello, eso sí que mola. Pero, por favor, no intentes “acertar” cuando me hablas de tus gustos musicales. Eso es horripilante, me horripila. ¿Tú sabes en la posición que me colocas haciendo eso?


No tengo ni un solo amigo “que mole”. Ni uno solo. ¡Menos mal! No hay nadie más gilipollas que un molón oficial y a los gilipollas no los tomo de amigos. Mis amigos lo son por aquellas partes de sí mismos que más desprecian: este me cae bien porque es un inútil pero a la vez es muy salao. Este porque es ingenuo y se la cuelan los trileros sin esforzarse. Y este otro porque es bruto como un arado.

Como ves, la verdadera molonidad se esconde en el cajón que tiene llave. Los otros no tienen llave pero este sí. ¿Por qué? ¿Qué guardas ahí? Tiene que ser la hostia, si no no tendría llave. Ah, que te da vergüenza enseñarlo. Claro, por eso mola tanto. ¿Entiendes lo que te quiero decir?