domingo, 12 de noviembre de 2017

Ikea – Llena tu salón de momentos

Ikea no te propone que compres muebles, propone que compres momentos. Comprar muebles es muy prosaico y está al alcance de cualquiera que vaya a un mercadillo cutre y salchichero. Sin embargo si compras momentos, no sé, como que te sientes superior a la persona media. ¿No te parece?


Una técnica de marketing muy de toda la vida es venderte una sensación en vez de un producto. En realidad es una tontería y una cosa como muy de los años 90, pero los 90 están de moda e Ikea ha querido rascar su cuota de rollo retro. Vamos, espero que sea eso.

Si te dicen “Llena tu salón de muebles”, no sé, como que es un poco agresivo. A mi me gusta mas, pero estamos hablando del lenguaje que le llega a la masa. Pero diciendo “momentos” en vez de “muebles” estás hablando de muebles y de muchas otras cosas que quizás consigas gracias a los muebles. ¿Entiendes, amigo?


Con unos muebles bonitos quizás venga alguien a visitarte y te dé conversación. Eso es un momento, ¿no? Gracias a los muebles de Ikea alguien te está dando conversación. Y a ti te importa más la conversación que los muebles porque al final el problema es que en la época de las redes sociales todos estamos muy solos, la clásica ironía ultrarrepetida hasta la saciedad.

A mi me pasa al revés, para variar. Cuando tú vas yo vengo, ¿has visto? Gracias a las redes sociales podemos psicoanalizar a nuestros amigos y descubrir partes de ellos que en el día a día no te enseñan. El lenguaje cifrado que se vislumbra en las redes sociales es parecido al lenguaje de los abanicos, con el que las damas victorianas se las apañaban para follar. Digo esto pero en realidad quiero decir lo otro y como tú estás en mi rollo me pillas: ¿follas?


A las redes sociales les pasa lo mismo que a Internet, que fueron creadas para compartir conocimiento pero al final se comparte mamoneo. Los científicos crean cosas muy elevadas y las clases ralas utilizan un acelerador de positrones para abrir un botellín.

Yo ya me echo al monte, todo lo que hago parte de la idea de que a los diez minutos va a venir un tuercebotas y lo va a manosear. ¿Para qué seguir intentando crear lo infinitamente puro cuando la realidad es que estamos rodeados de sátiros? Esta es una miopía muy millennial, muy de chico poco versado en las lides del más despreciable fango.


¡Pobre Steve Jobs! Todas las marujas tienen un iPhone. Ya sé que él “quería acercar la informática al gran público”, pero eso es mentira. Steve Jobs quería crear un ordenador como él. ¿Qué si no? Todos creamos cosas iguales que nosotros porque no podemos hacer otra cosa. Si luego una maruja manosea tu creación preciosa ahí ya no se puede hacer nada.

¿No entiendes por fin que ese temor a Dios está infundado porque Dios ha de ser semejante a ti? Sí, te he liado con lo del catálogo de Ikea para llegar a esto. Ya ves.