Ikea no te propone que compres muebles,
propone que compres momentos. Comprar muebles es muy prosaico y está
al alcance de cualquiera que vaya a un mercadillo cutre y
salchichero. Sin embargo si compras momentos, no sé, como que te
sientes superior a la persona media. ¿No te parece?
Una técnica de marketing muy de toda
la vida es venderte una sensación en vez de un producto. En realidad
es una tontería y una cosa como muy de los años 90, pero los 90
están de moda e Ikea ha querido rascar su cuota de rollo retro.
Vamos, espero que sea eso.
Si te dicen “Llena tu salón de
muebles”, no sé, como que es un poco agresivo. A mi me gusta mas,
pero estamos hablando del lenguaje que le llega a la masa. Pero
diciendo “momentos” en vez de “muebles” estás hablando de
muebles y de muchas otras cosas que quizás consigas gracias a los
muebles. ¿Entiendes, amigo?
Con unos muebles bonitos quizás venga
alguien a visitarte y te dé conversación. Eso es un momento, ¿no?
Gracias a los muebles de Ikea alguien te está dando conversación. Y
a ti te importa más la conversación que los muebles porque al final
el problema es que en la época de las redes sociales todos estamos
muy solos, la clásica ironía ultrarrepetida hasta la saciedad.
A mi me pasa al revés, para variar.
Cuando tú vas yo vengo, ¿has visto? Gracias a las redes sociales
podemos psicoanalizar a nuestros amigos y descubrir partes de ellos
que en el día a día no te enseñan. El lenguaje cifrado que se
vislumbra en las redes sociales es parecido al lenguaje de los
abanicos, con el que las damas victorianas se las apañaban para
follar. Digo esto pero en realidad quiero decir lo otro y como tú
estás en mi rollo me pillas: ¿follas?
A las redes sociales les pasa lo mismo
que a Internet, que fueron creadas para compartir conocimiento pero
al final se comparte mamoneo. Los científicos crean cosas muy
elevadas y las clases ralas utilizan un acelerador de positrones para
abrir un botellín.
Yo ya me echo al monte, todo lo que
hago parte de la idea de que a los diez minutos va a venir un
tuercebotas y lo va a manosear. ¿Para qué seguir intentando crear
lo infinitamente puro cuando la realidad es que estamos rodeados de
sátiros? Esta es una miopía muy millennial, muy de chico poco
versado en las lides del más despreciable fango.
¡Pobre Steve Jobs! Todas las marujas
tienen un iPhone. Ya sé que él “quería acercar la informática
al gran público”, pero eso es mentira. Steve Jobs quería crear un
ordenador como él. ¿Qué si no? Todos creamos cosas iguales que
nosotros porque no podemos hacer otra cosa. Si luego una maruja
manosea tu creación preciosa ahí ya no se puede hacer nada.
¿No entiendes por fin que ese temor a
Dios está infundado porque Dios ha de ser semejante a ti? Sí, te he
liado con lo del catálogo de Ikea para llegar a esto. Ya ves.