viernes, 3 de noviembre de 2017

Wellheim Aloe Vera Gold Premium Original

Me pregunto cómo de premium puede ser un producto comprado en los chinos. Me encantan los chinos, pero su naturaleza es de tienda de conveniencia, no de tienda premium.


Yo entiendo que a la hora de crear un producto uno tiende a deshacerse en elogios sobre él, pero... Es decir, yo cuando me presento a alguien no digo que soy Juan, el Hombre Premium. En todo caso me quito méritos porque me da vergüenza ir sacando pecho por la vida. Además todo el mundo sabe que dime de qué presumes y te diré de qué careces, por lo tanto si yo fuera por la vida sacando pecho sentiría que todo el mundo ve la farsa que estoy planteando.

Cuando conozco a alguien y este alguien va de que es la polla, en mi hoja de Excel mental queda archivado como “persona superpoco la polla”. Es algo muy molesto, porque cuando alguien te propone jugar al juego de que él es la polla y tú no las posibilidades quedan reducidas drásticamente. Apenas puedes decir nada si no alabas suficientemente al gilipollas.


Las personas que van de que son la polla piden a gritos una lección; sin embargo Juan, más sádico que el Conde Dracula, sólo le da esa lección a aquellas personas que, aunque sean gilipollas, le enternecen. Si alguien es excesivamente gilipollas Juan guardará la vara de aleccionar y dejará que el majadero se estrelle con todo el equipo. Este proceder complace mucho más a las entrañas de Juan, sedientas de sangre.

Jugar a que uno es la polla es muy divertido pero si podemos jugar todos. Sin embargo, las personas que van de que son la polla quieren jugar si ganan ellos, si no se arrugan. ¡Vaya! ¡Yo pensé que aquí se jugaba a ver quién la tiene más grande! ¿Por qué te la guardas ahora que me la he sacado yo?


Está claro que a estas personas no les gusta jugar a ver quién la tiene más grande, lo que les gusta es que todo el mundo esté pendiente de ellos. Sus padres, por los motivos que sea, no les prestaron suficiente atención y ahora tenemos que ser los demás los que compensemos esa falta de amor recalcitrante. ¡Anda que no exigen, los pichacortas estos!

Juan, naturalmente, ya sabe exactamente cuánto le mide. Juan elige las batallas a sabiendas del calibre de su cimbel. Por tanto deja las fálicas peleas para aquellos que todavía tienen que medírsela bien porque aún no lo tienen claro.


Conocer y aceptar el tamaño de nuestro pene es un ejercicio de madurez. Cuando uno alcanza este nivel todo va como la seda porque sabes que esto sí y esto no, esto pa ti y esto pa mi. Pero mientras no sepas la medida exacta de tu travieso amigo no nos podremos entender.

¿No uso las mejores metáforas de todas, desprejuiciadas y a la vez encantadoras? Al pene de Juan dan ganas de abrazarlo.