Me pregunto cómo de premium puede ser
un producto comprado en los chinos. Me encantan los chinos, pero su
naturaleza es de tienda de conveniencia, no de tienda premium.
Yo entiendo que a la hora de crear un
producto uno tiende a deshacerse en elogios sobre él, pero... Es
decir, yo cuando me presento a alguien no digo que soy Juan, el
Hombre Premium. En todo caso me quito méritos porque me da vergüenza
ir sacando pecho por la vida. Además todo el mundo sabe que dime de
qué presumes y te diré de qué careces, por lo tanto si yo fuera
por la vida sacando pecho sentiría que todo el mundo ve la farsa que
estoy planteando.
Cuando conozco a alguien y este alguien
va de que es la polla, en mi hoja de Excel mental queda archivado
como “persona superpoco la polla”. Es algo muy molesto, porque
cuando alguien te propone jugar al juego de que él es la polla y tú
no las posibilidades quedan reducidas drásticamente. Apenas puedes
decir nada si no alabas suficientemente al gilipollas.
Las personas que van de que son la
polla piden a gritos una lección; sin embargo Juan, más sádico que
el Conde Dracula, sólo le da esa lección a aquellas personas que,
aunque sean gilipollas, le enternecen. Si alguien es excesivamente
gilipollas Juan guardará la vara de aleccionar y dejará que el
majadero se estrelle con todo el equipo. Este proceder complace mucho
más a las entrañas de Juan, sedientas de sangre.
Jugar a que uno es la polla es muy
divertido pero si podemos jugar todos. Sin embargo, las personas que
van de que son la polla quieren jugar si ganan ellos, si no se
arrugan. ¡Vaya! ¡Yo pensé que aquí se jugaba a ver quién la
tiene más grande! ¿Por qué te la guardas ahora que me la he sacado
yo?
Está claro que a estas personas no les
gusta jugar a ver quién la tiene más grande, lo que les gusta es
que todo el mundo esté pendiente de ellos. Sus padres, por los
motivos que sea, no les prestaron suficiente atención y ahora
tenemos que ser los demás los que compensemos esa falta de amor
recalcitrante. ¡Anda que no exigen, los pichacortas estos!
Juan, naturalmente, ya sabe exactamente
cuánto le mide. Juan elige las batallas a sabiendas del calibre de
su cimbel. Por tanto deja las fálicas peleas para aquellos que
todavía tienen que medírsela bien porque aún no lo tienen
claro.
Conocer y aceptar el tamaño de nuestro
pene es un ejercicio de madurez. Cuando uno alcanza este nivel todo
va como la seda porque sabes que esto sí y esto no, esto pa ti y
esto pa mi. Pero mientras no sepas la medida exacta de tu travieso
amigo no nos podremos entender.
¿No uso las mejores metáforas de
todas, desprejuiciadas y a la vez encantadoras? Al pene de Juan dan
ganas de abrazarlo.