Un juego que se apoda “Glitch in the
System” tiene que tener por lo menos buenas intenciones. Cuando uno
le pone ese sobrenombre a su juego ha de tener un espíritu audaz,
temerario, soñador.
Hay dos opciones: que el problema sea
el glitch o que el problema sea el sistema. Como sabéis, la película
¡Rompe Ralph! planteó la posibilidad de que todo el sistema fuera
una corruptela sólo porque a un personaje se le metió entre ceja y
ceja que quería ser rey.
El personaje era Turbo, antigua figura
notable de los salones recreativos que quedó desfasado por otros
videojuegos más modernos. Desgarrado, abandonó su propio juego para
reprogramar otro a su antojo y ser así rey para siempre.
Para su propósito tuvo que convertir a
la verdadera monarca en vagabunda y hacer de los súbditos una
pandilla de pelotas descerebrados. A la verdadera monarca se la
trataba de glitch cuando el glitch-glitch, el diablo con cuernos, era
el presunto rey.
O sea, que para que te fíes. ¿Quién
es el bueno de la película? ¿El que va vestido de bueno o el que va
vestido de malo? Porque aquí uno ya no se puede fiar. ¿A quién
tienen que señalar los dardos, las dagas y las flechas? Ahora ya no
se sabe, uno cuestiona quién puede ser el verdadero villano.
Si el villano eres tú, amigo lector,
imagino que estarás rogándome que me calle. No querrás que vaya
contando de ti por ahí que aunque pareces esto en realidad eres lo
otro. Si voy largando todo tu castillo de naipes se derrumbaría y tú
quedarías no sólo en ridículo, sino expuesto a la ira del pueblo.
Es lo que se llama “tirar de la
manta”. Si yo tiro de la manta todo tu trabajo habrá sido en vano
y no podrás soportar el peso de la humillación. ¡Quién sabe lo
que podrías llegar a hacer! Así que en virtud de que no se sabe
cómo reaccionarías voy a dejar que te cocines un poco más. No por
sadismo, ya ves tú, sino por compasión. Soy muy compasivo.
Es que tú también... ¿A quién se le
ocurre querer ser rey? ¿Pero tú te has visto en el espejo? Si
pareces un vendedor de aspiradoras, como el gafitas de La Que Se
Avecina. Yo no sé cómo se te ocurrió esa idea descerebrada de ser
rey. Después de un fracaso amoroso, seguro. Para paliar el dolor,
¿no?
Pues para eso se muerde un trapo, de
toda la vida, no se lía Roma con Santiago para parecer uno lo que no
es. ¿Ves cómo eres gilipollas? Siempre te lo digo.