Hay productos realmente útiles, no
como esos coches eléctricos del demonio o esas aplicaciones para
medir un sinfín de bobadas innecesarias. Hablamos de las tabletas de
chocolate rellenas de Lacasitos.
Yo ayer vi un Tesla aparcado y no me
dio tan buen rollo como esta Mi Merienda & Lacasitos ni de lejos.
Sí, me asomé a ver cómo era esa enorme consola táctil que parece
ser que tienen esos coches, pero no sentí nada especial. Sentí que
me parecía un iPad Pro puesto en vertical en medio del salpicadero.
¿Mola? Pues sí, mola, pero prefiero Mi Merienda & Lacasitos.
Con Mi Merienda & Lacasitos no
tienes que resolver complicadísimos algoritmos para ver a quién hay
que atropellar en caso de emergencia cuando hablamos de un coche
autónomo; con Mi Merienda & Lacasitos, por fin, puedes ser feliz
sin que esté a punto de estallarte la cabeza cada cinco minutos.
¡Esto sí que es una revolución!
¡Aquí alguien ha usado el cerebro bien, para variar! Le quitas las
almendras al chocolate, que molestan muchísimo, y en su lugar pones
todavía más chocolate. ¿No es este un pensamiento verdaderamente
avanzado? ¿No se ha ido aquí por fin al quid de la cuestión? Es
evidente que sí, lo que realmente buscamos todos en la vida es un
poquito más de chocolate todavía.
¡La inteligencia artificial! ¡Ay, la
“inteligencia artificial”! Además de ser un patinazo de
Spielberg, la inteligencia artificial jamás será tan inteligente
como para entender que la solución es un poco de azúcar. Mary
Poppins lo tenía clarísimo y vivía en la época victoriana, o sea,
que no creo que fuese un robot ni nada. Me da igual tener un
mayordomo robot o no, lo que quiero es que, de tenerlo, me traiga
chocolate. Si no no sirve para nada.
Quizás la inteligencia artificial
pueda ganarme al ajedrez, pero ¿para qué quiero yo eso? ¿Para
deprimirme más todavía? Si la inteligencia artificial fuera
realmente inteligente se dejaría ganar porque se daría cuenta de
que el problema es que estoy deprimido, que me duele un talón, que
la gente no te deja pasar en el metro. Si fuera verdaderamente
inteligente se autodestruiría no sin haber hecho antes un pedido a
Telepizza por mi.
La inteligencia artificial es como
hablar con Ana Pastor, que si no asumes que ella tiene que ganar la
partida no juega. ¡Pues vaya mierda! ¡Para eso ya tenemos a Ana
Pastor!
Si la inteligencia artificial fuera
realmente inteligente inventaría un botón de mute para Ana Pastor.
Eso haría la vida mucho más tranquila, apacible, sin un insidioso
run run preguntándote, una vez más, si te has tirado un pedo. ¡Que
sí, coño! ¡Que me lo he tirado! ¡Déjame ya en paz, por los
clavos de Cristo!
Mientras la inteligencia artificial no
invente un botón de mute para Ana Pastor no me convencerá, porque
eso demostraría que no sabe hallar la verdadera raíz del problema.