Si quieres saber cuántos kilómetros
recorres al cabo del día, no lo dudes: cómprate un podómetro. Sí,
ya sé que hay apps para esto (¿para qué no?), pero las apps
carecen de encanto. Son como de maruja acabada.
La vida analógica es mucho mejor. ¿No
os acordáis? Cuando llevábamos podómetros físicos, no virtuales,
la gente se preocupaba la una de la otra. El señor Paco te
preguntaba por la calle “¿Cuántos kilómetros llevas hoy, Juan?”.
Y tú contestabas “¡Ni se sabe, señor Paco, ni se sabe!”. El
mundo tenía mucho de comunidad.
Hoy, sin embargo, nadie te pregunta
nada. Te lo pregunta el teléfono, que le importas un pito. El señor
Paco ya no te pregunta nada tampoco porque está en una residencia en
donde le han metido sus hijos, que sólo piensan en la herencia. Todo
el mundo acusa al vecino de todos sus problemas.
Como sabéis, si mostramos debilidad
corremos el riesgo de perder la partida en la que hemos convertido la
vida. Si dices algo de corazón alguien, cualquiera, podría
utilizarlo contra ti y a tomar viento todo aquello por lo que has
luchado toda tu vida. Las cámaras de vigilancia son un chiste
comparado con lo que hacemos los unos con los otros.
Claramente esto lleva a la
destrucción total de todas las partes, porque aunque acabes siendo
tú el único que permanece en pie te quedará demasiada poca energía
como para mantenerte vivo mucho tiempo. Así que es evidente que el
plan no acaba de funcionar.
Un hombre sabio (otro que no soy yo,
otro) dijo “Don´t hate the players, hate the game”. ¡Por fin
algo con un poco de sentido! Nadie es especialmente malo, lo malo es
el juego al que jugamos todos, que para sobrevivir nos obliga a ser
malos. La única salida es abandonar la partida. Pero si abandonas la
partida te quedarás con una mano delante y otra detrás porque todo
lo que has acumulado se lo debes a la partida.
Si ahora te rindes y le pides perdón a
Pepito estás perdido, porque ese muro de carga que sostiene tu vida
existe porque está sobre las espaldas de Pepito. Si aceptas que
Pepito no tiene por qué llevar a cuestas ese muro... ¿Quién lo
llevará? ¿Tú? No, porque no puedes. Tu vida se derrumbará con
enorme estrépito.
Juan, como ya imaginarás, tiene los
deberes hechos hace mucho tiempo. Juan tiene sus cuentas saneadas y
de existir algún desequilibrio está a su favor. Juan se preocupó
de saldar las cuentas antes de verse atrapado, por tanto si ahora se
pagan y cobran las deudas Juan saldrá ganando, porque ha llevado a
cuestas tu mierda muy inteligentemente. En nuestra relación el
deudor eres tú y yo el acreedor. ¿No te maravilla el estilo de
Juan?
Juan es un cabrón, sí, pero lo hace
todo por tu bien. Juan ha montado todo este circo para darte una
lección. La lección es que te comportes bien, gilipollas, que mira
cómo está el mundo por tu culpa. Por tu culpa, por tu culpa. Por tu
grandísima culpa.