¡Menudo es James Cameron! Terminator
2, Titanic, Avatar... Échale un galgo, a James Cameron.
No quiero ir de guay (porque ya lo soy,
no me hace falta), pero la mejor es Terminator 2. Que James Cameron
consiguiese que viese ternura en la máquina de matar más letal que
el hombre haya conocido es un mérito muy grande.
Ver ternura en una especie de gato
humanoide perroflauta es muy fácil, eso lo consigue cualquiera. Los
perroflautas van de tiernos por la vida para que la gente les tenga
compasión y así poder vivir sin trabajar. ¡No saben nada, los
perroflautas!
Ver ternura en los protas de Titanic,
pues mira, mérito-mérito tampoco tiene. Una historia de amor es la
ternura hecha situación y si eso no te sale bien retírate. Pero
conseguir romperte el corazón con el noble suicidio del
terminator... Ahí sí que James picó alto.
Lo guay es ver, como Sarah Connor, que
el peligrosísimo terminator podría ser el padre perfecto para su
hijo John, que por otra parte era el futuro salvador de la humanidad.
Todo el mundo busca un tío sensible, delicado, dócil... Sarah, en
cambio, buscó al cabrón más badass de todos.
Domar a uno de esos tíos que llevan
mocasines y pantalones estrechitos lo hace cualquier mema. A esos les
haces “¡uh!” y ya los tienes dominaos. Los perros pequeños están
hechos para amos pequeños, pero los perros grandes son para amos
grandes. ¿Tú qué tipo de ama eres, bonita? Enséñame a tu chorbo
y yo te lo diré encantado.
Sarah Connor, en cambio, no se conformó
con el primer chulo de coches de choque que encontró. Sarah sólo se
conformó con el más grande hijo de puta, un asesino que sólo lo
deja de ser si su protegido se lo pide. ¿No es ese el hombre
perfecto? Pues claro que sí, mema, sólo que tú no puedes con él.
¡Qué ojo más agudo tiene Juan! Juan
ve donde otros ni huelen. Juan es la polla, querida, Juan es el
T-1000, el terminator más jodido de todos los que fabricó Skynet.
Lo que te quiero decir con todo esto es
que esta noche tienes dos opciones, o cocinas o invitas a cenar. Tú
eliges.