domingo, 17 de diciembre de 2017

Counter Strike – Xbox

Los verdaderos reyes entramos en la ciudad calladamente, a lomos de un borrico. No nos hacen falta grandes fanfarrias porque la realeza somos nosotros, no nuestro vehículo. Este es el caso de Counter Strike.


Counter Strike simplemente era un juego buenísimo que se hizo popular porque a todo el mundo le encantaba, no por agresivas campañas publicitarias push. Utilizar técnicas de ventas push siempre me ha parecido vulgar, propias de impotentes. Si sabes que se te dan bien los juegos de alcoba te reservas para la alcoba, no te gastas mucho dinero en un restaurante caro porque, nena, no hace falta, créeme.

Los amantes así como top no gastamos ni un real en un anillo de compromiso porque nos dicen que sí usando como anillo un aro de cebolla. Nuestro encanto suple la falta de medios económicos. ¿Y no es con ese encantador chico travieso con el que toda tu vida soñabas casarte? Pues claro que sí, por eso aparecí ante tu pálido rostro. Porque a veces los sueños se hacen realidad.


Quizás te preguntes qué se siente siendo ese chico que es canela en rama. Ay, pues cómo te lo explicaría: uno se siente así como muy bien, ¿sabes? Las arrugas de ser manchas pasan a ser adornos y tu piel, por tanto, es como si se tensara. Ser chupi guay te da mucha seguridad porque todas las chicas te quieren hacer la pelota, como una manada de gallinas cluecas.

Con las chicas de tu parte es todo tan fácil que hasta da vergüenza. No tienes que justificar tu puesto en la empresa, por ejemplo, porque a la vista está. ¿Que qué credenciales tengo, dices? Pues estas dos que suspiran por mi. Que te mueras de envidia no contradice que esté en nómina, amigo.


¿Que quieres que te enseñe mis trucos, dices, jefe? Oh, bueno, no te ofendas pero esto no se puede enseñar, y menos a ti. Tú, de entrada, eres feo. Eso ya pone las cosas complicadas. Para continuar tienes los modales de un cochero. A las chicas les gustan esos amantes tan elegantes como los de antes, que siempre llevan guantes.

Sin embargo, jefe, te permito contemplarme, a ver si mi visión despierta en ti cualidades que no pensaste que existieran. Mi mera presencia debería recordarte que dentro de ti también vive un amante de gran aplomo. Hago por ti lo que Johnny Depp hacía por Marlon Brando en Don Juan de Marco.


Jefe, vamos a hacer lo siguiente: tú no te cruzas en mi camino y yo, a cambio, no me cruzaré en el tuyo. Yo podré hacer lo que he venido a hacer aquí y tú, como premio, tendrás un amuleto que poder enseñarle a las visitas. Cuando alguien pregunte por qué debería invertir en tu empresa me señalarás a mi. ¿Entendido?

Espero que estés tan satisfecho como yo de este acuerdo. Y ahora, vamos, ponte a trabajar. Esta empresa ya ha aguantado demasiadas peleas por un orgullo tan pequeño como el tuyo.