Los verdaderos reyes entramos en la
ciudad calladamente, a lomos de un borrico. No nos hacen falta
grandes fanfarrias porque la realeza somos nosotros, no nuestro
vehículo. Este es el caso de Counter Strike.
Counter Strike simplemente era un juego
buenísimo que se hizo popular porque a todo el mundo le encantaba,
no por agresivas campañas publicitarias push. Utilizar técnicas de
ventas push siempre me ha parecido vulgar, propias de impotentes. Si
sabes que se te dan bien los juegos de alcoba te reservas para la
alcoba, no te gastas mucho dinero en un restaurante caro porque,
nena, no hace falta, créeme.
Los amantes así como top no gastamos
ni un real en un anillo de compromiso porque nos dicen que sí usando
como anillo un aro de cebolla. Nuestro encanto suple la falta de
medios económicos. ¿Y no es con ese encantador chico travieso con
el que toda tu vida soñabas casarte? Pues claro que sí, por eso
aparecí ante tu pálido rostro. Porque a veces los sueños se hacen
realidad.
Quizás te preguntes qué se siente
siendo ese chico que es canela en rama. Ay, pues cómo te lo
explicaría: uno se siente así como muy bien, ¿sabes? Las arrugas
de ser manchas pasan a ser adornos y tu piel, por tanto, es como si
se tensara. Ser chupi guay te da mucha seguridad porque todas las
chicas te quieren hacer la pelota, como una manada de gallinas
cluecas.
Con las chicas de tu parte es todo tan
fácil que hasta da vergüenza. No tienes que justificar tu puesto en
la empresa, por ejemplo, porque a la vista está. ¿Que qué
credenciales tengo, dices? Pues estas dos que suspiran por mi. Que te
mueras de envidia no contradice que esté en nómina, amigo.
¿Que quieres que te enseñe mis
trucos, dices, jefe? Oh, bueno, no te ofendas pero esto no se puede
enseñar, y menos a ti. Tú, de entrada, eres feo. Eso ya pone las
cosas complicadas. Para continuar tienes los modales de un cochero. A
las chicas les gustan esos amantes tan elegantes como los de antes,
que siempre llevan guantes.
Sin embargo, jefe, te permito
contemplarme, a ver si mi visión despierta en ti cualidades que no
pensaste que existieran. Mi mera presencia debería recordarte que
dentro de ti también vive un amante de gran aplomo. Hago por ti
lo que Johnny Depp hacía por Marlon Brando en Don Juan de Marco.
Jefe, vamos a hacer lo siguiente: tú
no te cruzas en mi camino y yo, a cambio, no me cruzaré en el tuyo.
Yo podré hacer lo que he venido a hacer aquí y tú, como premio,
tendrás un amuleto que poder enseñarle a las visitas. Cuando
alguien pregunte por qué debería invertir en tu empresa me
señalarás a mi. ¿Entendido?
Espero que estés tan satisfecho como
yo de este acuerdo. Y ahora, vamos, ponte a trabajar. Esta empresa ya ha aguantado demasiadas peleas por un orgullo tan pequeño como el tuyo.