Ah, el heavy metal. Cómo lo odio. Qué
ruido. Qué sinsentido todo. Hasta que jugué a Brütal Legend.
Brütal Legend me enseñó que el heavy metal no es ruido sin
sentido, sino que es una oda a la libertad. Y pocas cosas hay que me
gusten más a mi que las odas a las libertades.
Tengo que admitir que algo de eso ya
había aprendido viendo School of Rock, en mi top 5 de películas
favoritas de toda la historia. Veo que Jack Black siempre está en la
pomada de las cosas buenas, porque también es el doblador del
protagonista de este juego. Incluso su intro es un mini vídeo de
Jack Black, en imagen real, entrando en una tienda de discos.
Santiago Segura, el que pone la voz en castellano, temo que no le
llegue a Jack Black a la altura del zapato. Una pena.
Brütal Legend va de lo mismo que
School of Rock: de un tipo corriente que ha de salvar el hardcore de
la impostura, de los farsantes, de la mentira en general. Mi
argumento favorito.
Este juego es de Tim Schafer, que, por
si no lo sabes, es más grande que tu padre y tu madre juntos, ya que
creó Monkey Island y, más allá de eso, el estilo Lucasfilm. O sea,
que tienes que admitir que es más grande que tu padre y que tu
madre. Y que tú, probablemente. Tim Schafer anda un poco dando
tumbos por ahí, como los grandes genios de la industria, sin
conseguir llegar a “brillar otra vez como lo hizo en su debut en el
mundo”. Parece el sino de las rockstars, como Axl Rose, sin ir más
lejos, pero el renacimiento de una rockstar videojueguil en los
últimos tiempos, John Romero, padre (madre, más bien) de Doom, hace
que tengamos un poco de fe en que los grandes vuelvan a tomar de
nuevo el escenario y salvarnos de la farsa, de la que nos quieren
colar, de la investigación de mercados, de tu padre y de tu madre.
Por tanto si hablamos de Tim Schafer
hablamos de Jack Black, y si hablamos de Jack Black hablamos de
School of Rock. Y si hablamos de School of Rock hablamos de Brütal
Legend. Y si hablamos de Brütal Legend hablamos nada más y nada
menos que de libertad.
Ahí queda eso.