martes, 26 de julio de 2016

Brütal Legend

Ah, el heavy metal. Cómo lo odio. Qué ruido. Qué sinsentido todo. Hasta que jugué a Brütal Legend. Brütal Legend me enseñó que el heavy metal no es ruido sin sentido, sino que es una oda a la libertad. Y pocas cosas hay que me gusten más a mi que las odas a las libertades.


Tengo que admitir que algo de eso ya había aprendido viendo School of Rock, en mi top 5 de películas favoritas de toda la historia. Veo que Jack Black siempre está en la pomada de las cosas buenas, porque también es el doblador del protagonista de este juego. Incluso su intro es un mini vídeo de Jack Black, en imagen real, entrando en una tienda de discos. Santiago Segura, el que pone la voz en castellano, temo que no le llegue a Jack Black a la altura del zapato. Una pena.

Brütal Legend va de lo mismo que School of Rock: de un tipo corriente que ha de salvar el hardcore de la impostura, de los farsantes, de la mentira en general. Mi argumento favorito.


Este juego es de Tim Schafer, que, por si no lo sabes, es más grande que tu padre y tu madre juntos, ya que creó Monkey Island y, más allá de eso, el estilo Lucasfilm. O sea, que tienes que admitir que es más grande que tu padre y que tu madre. Y que tú, probablemente. Tim Schafer anda un poco dando tumbos por ahí, como los grandes genios de la industria, sin conseguir llegar a “brillar otra vez como lo hizo en su debut en el mundo”. Parece el sino de las rockstars, como Axl Rose, sin ir más lejos, pero el renacimiento de una rockstar videojueguil en los últimos tiempos, John Romero, padre (madre, más bien) de Doom, hace que tengamos un poco de fe en que los grandes vuelvan a tomar de nuevo el escenario y salvarnos de la farsa, de la que nos quieren colar, de la investigación de mercados, de tu padre y de tu madre.

Por tanto si hablamos de Tim Schafer hablamos de Jack Black, y si hablamos de Jack Black hablamos de School of Rock. Y si hablamos de School of Rock hablamos de Brütal Legend. Y si hablamos de Brütal Legend hablamos nada más y nada menos que de libertad.

Ahí queda eso.