miércoles, 27 de julio de 2016

Dragon Ball Z Budokai Tenkaichi 2

Hoy tenemos el día de pesos pesados. Este es un juegón. Aparte de lo esencial, que es manejar a Goku y sus compinches, es un juego de lucha muy bueno. Y lo es porque te sientes dentro de una de esas peleas con las que siempre soñaste.


¿No te gustaría hacer el cambio instantáneo de lugar, es decir, la teletransportación? A mi como medio de transporte se me hace un poco de paleto. Le falta ese encanto que tienen los viajes en tren. No sacrifiques el encanto por la funcionalidad, amigo lector, o quizás pronto sea tarde para ti.

Sin embargo, hacerlo en una pelea me parecería la hostia. Debes de dejar al oponente todo loco. Te iba a, por fin, impactar su puño contra tu cara y de repente desapareces y apareces a su espalda. Y ahí, con sólo un toque de tu dedo índice en su cuello, le dejas inconsciente. Diablos, eso es lo que más me gustaría hacer en el mundo.

Con este juego lo puedes hacer, aunque no sea lo mismo, claro que no. La maestría en un juego de lucha suele verse en cuántas veces eres capaz de cubrirte de los golpes de tu adversario y cuántas eres capaz de contraatacar. Si tu oponente también es bueno bailaréis El Baile de la Lucha, donde aparecéis y desaparecéis delante uno del otro, convirtiéndose la pelea más que en un medio de supervivencia en un arte.


El mejor lugar para hacer esto en el mundo es, como sabéis, Twitter.

La putada de este juego es cuando ya eres demasiado bueno en él. ¿Qué haces entonces? ¿Empezar el enésimo torneo contra los villanos más poderosos? Buf, qué pereza. A Freezer lo follo por el culo, a Célula lo atraganto con mi polla, a Bu lo hago mi putita y le obligo a que se mantenga gordo eternamente. ¿Qué motivación tengo para seguir jugando? No lo sé.

Sea como sea, haber dominado un juego como el que nos ocupa tiene mucho mérito. Sobre todo si lo haces en Wii, teniendo que hacer que toda la casa se detenga porque tú tienes que escenificar una onda vital en el salón. Ah, la Wii. Qué consola más ex-cel-sa.

Y esto es todo, amigos dragonballmaníacos. Mañana más en el Xabarín Club.