Esta es mi comedia romántica favorita.
Las cosas favoritas de verdad aparecen en tu vida por casualidad,
no como esas cosas favoritas que preparas en la cabeza pensando en
ese día, ya pronto, en el que te pregunten por tus aficiones. En
esos casos te estudias la Jot Down y aprendes lo que se debe decir en
un caso como ese y lo dices. Esto es especialmente repugnante porque
no estamos hablando de matemáticas, y estás pervirtiendo
completamente aquello que dices amar.
Yo French Kiss la conozco por la época
en la que mi madre estaba abonada a Canal+. En aquella época me dio
por seleccionar las películas que tenían buena pinta en la revista
mensual y grabarlas con una etiquetita con la ficha técnica para
hacerme mi mini videoteca. Y, no sé, salió esta tal French Kiss.
Supongo que la elegí porque salía Kevin Kline, que salía en Un Pez
Llamado Wanda y era muy divertido.
Más tarde no se ha vuelto a hablar de
esta película.
Sin embargo, la historia entre Meg Ryan
(hoy sublimemente deformada gracias a la exquisita cirugía estética
innecesaria) y Kline tiene un sabor delicioso para mi. No sé, me lo
creo mucho. Quizás porque yo sea como ese pseudo-fuera-de-la-ley
Kevin Kline y mi chica soñada sea esa tan tímida y remilgada que
tenga que ser yo el que le explique que dos y dos son cuatro. Oh, sí.
Me da cosquillas en la entrepierna.
Y así es, mis queridos hipsters, cómo
se utiliza tu corazón de forma verdadera. Ya sé, ya, mis queridos
niños sin aptitudes, que eso de hablar de corazón puede doler. Por
eso no lo hacéis a menudo. Valoro vuestra buena disposición a
hacerlo pero desprecio la impostura con la que estáis “dando
vuestros primeros pasos”. Puede que sea un juez muy severo, pero,
caray, alguien tiene que velar por ti. Podría decirte que estar al
loro de la moda sigue molando cantidad y que comprar en Amazon es lo
más, pero creo que te estaría haciendo más mal que bien. Para que
te den besitos ya tienes a mamá y esa novia inestable que se irrita
tan, tan fácilmente. Cómo se irrita, la zorra, ¿eh, tío? Venga,
deja de vestirte como si fueras inofensivo y bájate a beber unas
cañas conmigo. Prometo no intimidarte.