Ah, Sega. Mi buena Sega. Qué brillante
eres. Eres capaz de lo más alto y de lo más bajo. Eres ese
científico chiflado del que una chica no puede sino enamorarse
perdidamente. ¿Qué tendrás, Sega, para volverlas a todas tan, tan
locas? Bueno, MÁS locas, me refiero.
Virtua Fighter debutó en los arcades
cuando los arcades dejaban de molar. Otra maravilla de Sega. Lo mismo
te abandera los 16 bits como te abandera la debacle de las
recreativas. Para Sega nada es imposible. Todo está a los pies de
Sega.
Aquel juego, al estar hecho de
polígonos cuando los polígonos eran una extraña brujería, nos
llamó a todos la atención. ¡Bueno, un juego de lucha en 3D! ¡Si
Street Fighter está en 2D y es la polla, este, que está en 3D, por
lógica tiene que estar muchísimo mejor! ¡Do the math! Pero la
vida, gracias a Dios, en absoluto son matemáticas.
Virtua Fighter tenía la pega que
tienen todos los primeros polígonos: estar más vacíos de alma que
el Señor Burns. Vale que ahora los primeros polígonos vuelven a
molar, de cierto modo irónico, y más pronto que tarde entenderemos
la magia que atesoraban, pero por aquel entonces lo que veíamos eran
intimidantes robots. Este es el camino del arte, te pongo primero
algo que no vas a entender para que, con el tiempo, te maravilles
ante lo que siempre ha estado ante tus propias narices.
Los personajes parecían clichés, no
demasiado elaborados. Todo el esfuerzo fue puesto en la parte
técnica. Esto tiene alma, es cierto. Pero no el alma que buscábamos
en aquel entonces. ¿Seremos nosotros los que no entendimos a Sega o
Sega la que no nos entendió a nosotros? ¿O ambas cosas? Los
problemas suelen solucionarse por sí mismos, así que no nos vayamos
a volver aquí especialmente locos.
Por otro lado, las mecánicas de lucha
eran como... Rocosas. Como que veías a las ecuaciones que movían
los personajes pegándose unas a otras. Los saltos eran como si
estuvieras en gravedad cero y, no sé, la experiencia de juego se te
tornaba insatisfactoria. Al menos, más de lo que podías esperar del
primer arcade de lucha 3D.
Los años se fueron y yo olvidé a
Virtua Fighter, lo recordaba como a una parte pop del pasado. Mucho
es esto, ojo, pero en fin, tú sabes lo que te quiero decir. Hasta
que vi este VF5 en el Cex y, bueno, lo compré. A ver cómo había
evolucionado la cosa.
Esencialmente es el mismo concepto pero
con la suficiente calidad técnica como para que luzca. Sigue siendo
un sistema de juego rocoso, pero ahora en vez de como una falta lo
ves como un estilo deliberado. Los personajes siguen sin enamorar
pero ahora lo ves como una estrategia para centrarte en el hecho de
la lucha. Es una mezcla entre Tekken por lo rocoso y El Lago de los
Cisnes por lo elegante. Es una mezcla que, al menos sobre el papel,
me resulta propia de ese científico chiflado del que hablábamos
antes. Ese brebaje que hace que la piel se ponga morada. No sirve
para nada, pero tienes que admitir que es una genialidad.
VF5 da la sensación de estar por
encima de mi. Lo que siempre le ha pasado a Sega. Siempre tengo la
sombra de la duda de que soy yo el que no soy lo suficientemente
inteligente como para entender lo que me quiere decir Sega. Por eso
la odio y la amo a la vez, por eso estoy deseando que saque otro
juego para ver si esta vez, por fin, todo hace clack. O quizás esto
sería lo peor que podría pasar, porque entonces se arruinará la
magia.
Hagamos una ola a la reina de la
inteligencia retorcida sobre sí misma, al eterno adolescente que no
es un hipster que se niega a crecer, sino un hombre ya adulto que
sigue conservando la brillantez de la juventud. Sega, todas te
tiramos las bragas a la cara. ¿Por qué finges no darte cuenta?