lunes, 25 de julio de 2016

El Blur

Hoy hablaremos de un juego de Activision, una de esas compañías megalómanas amantes de la concentración de capital. Hay que reconocer que, aunque en esos lugares se empiece la casa por el tejado y los juegos nazcan en el departamento de investigación de mercados y no en el departamento creativo, alguna vez hacen algo bien. Blur tiene poca alma, como no podía ser de otra manera viendo el proceso descrito anteriormente, pero el Frankenstein que ha quedado después de juntar piezas inconexas no es de lo peor que te puedes echar a la cara.


La definición de Blur es muy sencilla: un Mario Kart con coches realistas. Mezclar Mario Kart con Gran Turismo. Sé que esta idea ha nacido de procesos de investigación porque yo he participado en ellos. Es la típica idea salida de brainstorming en la que se usó la técnica del “juntar dos ideas aparentemente distintas y tener así una idea original”. El preescolar de la creatividad. La ternura hecha proceso.

Todo está adornado con música y un halo también que se ve que son prefabricados, nacidos de preguntar “qué estilo de ropa y de música les gusta a los jóvenes de ahora”. Estas cosas resultan tremendamente irritantes, pero cuando albergan un juego medianamente divertido las pasas por alto y tragas. Como en la vida real.

Jugar a Blur está bien. A mi me gustan las carreras normales en las que tienes que quedar entre los primeros puestos, y no me gustan los Time Trials y unas carreras “de desguace” que se han sacado aquí que consisten en destrozar los más coches rivales posibles con como rayos láser para pasar la prueba. Se ve que estos dos tipos de carrera también han nacido de preguntarse “¿Qué otros tipos de carrera podemos añadir para que no esté sólo el tipo normal?”, sin percatarse de que, evidentemente, no hacía falta ningún tipo de carrera más. Así lo único que han hecho es añadir paja al juego que no añade interés. Además, para evolucionar en el juego tienes que superar ciertas puntuaciones en estas pruebas de relleno, con lo cual la paja aumenta su peso y se convierte en lastre.

Otra cosa irritante son los personajes “anfitriones” de cada conjunto de circuitos, auténticos Poochies mercadotécnicos. Son tan clichés que dan ganas de romper el juego, pero como las carreras en sí molan y tal te aguantas. Como veis, Blur, además de un juego, es una metáfora finísima sobre la cotidianidad.


Y bueno, el hecho de jugar mola. Hay muchos coches que se van desbloqueando y que son coches reales, te pone la marca y el modelo, y eso mola. Poder usar coches reales en un videojuego mola. Las carreras dan mucha sensación de velocidad y los efectos de sonido engrandecen la acción. Realmente te engancha y te hace querer ser a cada partida un poquito mejor, algo que, aunque parece que no debiera ser así, es poco habitual en los videojuegos. Por eso hablo aquí de este juego, si no de qué.

Y nada, esto es un poco Blur. Un producto hecho por una de esas compañías que sirven a Satán pero que si no lo tienes en cuenta (algo que muchas veces no te queda más remedio que hacer, por desgracia) te queda un juego majete con el que llegas a niveles de flipez que alcanzan el notable bajo, que según están las cosas hoy en día te puedes dar con un canto en los dientes.

Y esto es Blur, niños. Venga, a molar por ahí, que no os vea yo no molando.