Cars tiene una fama regulera porque
según algunos críticos no respeta esa dilogía “para niños y
adultos” de la que en teoría hace gala Pixar. Sin embargo ya vamos
por la tercera entrega y tenemos el spin off Aviones. ¿Cómo puede
ser esto?
La razón es muy sencilla: Cars mola.
Cars no va tanto al cerebro como al paladar. Cars es como un Donuts
Fondant, todo el mundo dice que es muy malo pero todo el mundo lo
compra. ¿Somos hipócritas o poco honestos con nosotros mismos?
Bueno, ser hipócrita y no ser honesto con uno mismo es la misma
cosa.
Yo compré El Arte de la Guerra pero no
me lo terminé de leer, sólo me leí las primeras páginas y me
pareció un rollo. ¿Qué coño va a saber un chino de hace la hostia
de años de la guerra? Yo vivo en el siglo XXI, el siglo de la guerra
soterrada. Por tanto pienso que yo sé más de guerra que el señor
de El Arte de la Guerra.
Mucha gente piensa que para vencer a un
enemigo hay que comérselo con patatas. Yo, sin embargo, pienso que
para vencer a un enemigo de forma definitiva hay que respetarlo
mucho. Sólo mediante el respeto podemos llegar al corazón de los
demás y sólo viendo el corazón de alguien se termina la guerra. Si
ves el corazón de tu enemigo la batalla termina porque ves que no
hay tal enemigo, sólo un perrito de aguas.
En estos tiempos de ultraneoliberalismo
mucha gente se ha dedicado a luchar contra él mientras que yo me he
dedicado a entenderlo. ¿Qué mueve a esta gente? ¿Por qué hace lo
que hace? Cuando lo descubres dejas de gastar balas, las vendes para
comprarte un Red Bull.
Las expresiones culturales que ha
dejado la década ultraneoliberal son la polla. No la pollita, la
polla. Todo el mundo lleva un SUV, un tipo de coche insultantemente
loco, aberrante. Las mujeres se revientan los labios de botox para
llegar a un ideal de belleza completamente artificial, ridículo. El
zeitgeist revela que la fuerza física es la más relevante de todas
las fuerzas, algo por lo menos simpático.
¿Por qué hemos permitido que pase
todo esto? Porque mola. Porque de loco, de pasado de vueltas, mola. Y
las cosas que tienen futuro tienen una cosa en común, que molan. No
pienses tanto para ver a qué nueva startup colocas tus fichas,
dedícate mejor a ver qué startup mola más.
La molonidad pasa por alto lo que se
supone que debería ser para ser lo que es. Una tía con las tetas a
explotar de silicona, te pongas como te pongas, mola. No, no me
cuentes cuentos: esa chica quizás no escriba poemas pero tiene unas
tetas que te pondrías de rodillas por tocarlas. Que luego tú no te
las pongas porque pasas de idas de olla radicales es otra cosa.
Cars tiene éxito por cuestiones
similares: son coches de vivos colores con ojos y boca. Nada puede
molar más. Los coches molan y los coches de dibujos animados molan
más si cabe. Se acabó el debate. Así que si quieres vencer a tu
enemigo moléstate en entender por qué hace las cosas infames que
osa siquiera pensar.