jueves, 27 de julio de 2017

TMEO – Extra nº 50

Tengo entendido que el TMEO es (o era) una institución en el País Vasco. Para mi era un El Víbora menor pero para la gente de allí era algo a lo que tener mucho cariño. Estoy a favor de la aldea global con peculiaridades regionales.


Cuando me enteré que había cómics más allá de Mortadelo no salía de mi asombro. Había tebeos en los que salían tetas y pitos. ¡Pero bueno! En el Makoki incluso había una historieta sobre coprofagia y una de sus viñetas la tengo delante ahora mismo, en los ojos de mi imaginación a largo plazo. Bueno, medio. ¡Tampoco soy tan viejo!

Me compré mi primer El Víbora en el aeropuerto antes de salir a uno de esos viajes a Inglaterra para aprender inglés. Me quedé patidifuso contemplando que había otros estilos de dibujo que no pertenecían a la escuela Bruguera. La cultura es así, aparece cuando menos te lo esperas. Ya ves, en el aeropuerto.


A partir de ahí coleccioné El Víbora hasta que llegó el triste día de su defunción, uno de los años de principios de siglo. Lo recuerdo porque lo llevaba a mi primer trabajo y quedaba muy de guay mandando mails generales pidiendo la salvación de El Víbora. Todos aquellos lugares por los que paso quedan impregnados de mi dorada capa externa.

¿Se puede enseñar a ser guay? Sí y no. Si yo te enseñara a ser guay primero te tendría que enseñar a dejar de ser gilipollas y ese es uno de los trabajos más duros a los que se puede enfrentar uno, si no el más duro. Deconstruir una farsa insultante es difícil porque su dueño la tiene en mucha estima a pesar de ser aquello que le impide avanzar.


Ser guay, en resumidas cuentas, es ser como tú eres. No, no como te crees que eres, ahí es donde cometes el error crucial. Te has montado una película tan complicada para no dar la cara que ahora no puedes salir de ella. Tu peli se cimienta en una serie de compromisos adquiridos desde tu infancia que tendrías que romper para deshacer la película. Pero como eso es la leche de duro porque te van a dar hasta en el carné de identidad pasas.

Aún te diré más: cuando los rompas te vas a quedar exactamente como cuando los adquiriste, desnudo como un niño. Y eso a tu edad es la hostia de vergonzoso. Así que piénsate otra vez si realmente quieres ser guay porque es un camino duro.


Yo creo que con todo el camino que llevas andado y con tu escasísimo talento vamos a tirar de plan B. Mejor te voy a vender cosas que le hagan pensar a la gente que eres guay. No lo serás de verdad pero lo parecerás y para ir tirando vale. Con mi capa dorada la gente flipará contigo y te sentirás muy bien, energía que podrás usar para mientras ir dejando de ser idiota.

Pero vamos, que te lo hago como un favor. Para que veas que tan-tan gilipollas no me pareces.