Cuando le hice caso un amigo comprando
tebeos de tapa dura delgaditos con tendencia a la línea clara cometí
un error. A mi estas cosas me aburren un montón y no me gustan. Me
parece bien que las compren otras personas pero no me parece bien
comprarlas yo.
Esto de los gustos es algo
horripilante. Hay gente que no puede ir más que con gente de gustos
afines. Parece que tiene cierta lógica hasta que te das cuenta que
en gustos igual coincidís pero vete a saber tú si en todo lo demás
también.
Hace mucho tiempo que decidí dejar de
elegir mis amistades porque tengan o no gustos parecidos a los míos.
No por nada, es que es un gasto tonto. Cuando era más joven estaba
desarrollando todavía mi criterio y necesitaba gente que me ayudase
a desarrollarlo. Ahora que lo tengo desarrollado ese tipo de
empleados sobran en mi empresa.
¿Qué empleados necesitamos ahora en
Juan Inc. para nuestro desarrollo ulterior en el despiadado circo
capitalista? Necesitamos empleados leales, básicamente. Los jóvenes
tienen mucha energía pero están por hacer y cualquier día te
plantan y no los vuelves a ver más. Y ese tipo de shocks emocionales
no convienen nada ahora en Juan Inc.
La lealtad es una cosa como superpoco
de moda porque se asocia a rollo paleto, a nobleza baturra. Yo, por
contra, prefiero encajar alguna que otra pedrada de vez en cuando que
estar preocupado por si este cualquier día le da un flus y nos
quedamos cariacontecidos en Juan Inc. La juventud implica
inestabilidad y la inestabilidad ahora viene mal. Por tanto los
jóvenes aquí están mal mirados.
A los jóvenes se les valora por su
efervescencia y por sus ideas frescas, pero como aquí el
efervescente y fresco soy yo no necesito a alguien que lo sea
también. Además estoy seguro que despreciaría su criterio tanto
como desprecio todo aquel que no sea el mío propio e igual el chaval
se acababa sintiendo poco valorado. Así que pasando de herir a
jóvenes.
Si tú tienes ese carácter que aporta
serenidad a una estructura incipiente ¡estaríamos encantados de
hablar contigo! No, es broma. A los empleados de Juan Inc. los elige
el destino, los hados, y como yo tengo mucho peor tino que ellos a la
hora de decidir qué es mejor para mi delego alegremente esa función
en sus sapientes manos.
Como yo no tengo ni puta idea de qué
me depara el destino no tomo ni una puta decisión, no como el resto
de CEOs, que no paran de tomar tranquilizantes por el chocho loco que
tienen formado en el coco. Yo simplemente salgo a la calle con
inocencia y me pasan cosas. Reconozco que a veces cansa esperar a que
pasen, pero es mejor eso que cometer errores a lo tonto.
Mi método es perfecto porque nunca me
equivoco. Y no me equivoco porque yo no hago nada. Pero, aún así,
vamos tirando. No sé si hacer un TED con esta metodología. No sé,
eso del TED es como para niños pijos... Empezaría a hacer el gambas
en el escenario y ya la tendríamos liada.