Como Conejos es la obra de Ralf König
en la que deja de interesarse sólo por las vicisitudes del alma gays
y se empieza a interesar por las de los heterosexuales, que también
somos personas.
Como Conejos va de un heterosexual
gordito que su novia es una estrecha. Un día la novia le pilla
mirando una revista de una tal Samantha Whopper y ya la tenemos
liada. Le monta el pollo y le deja plantado con la revista. El pobre
gordito se deprime hasta que empieza a llevarse con su vecino gay y
descubre que los gays no se comen tanto el coco por según qué
cosas.
¡Menudo asunto! ¡Cómo entra a matar
el calmado costumbrismo de König! ¿Cómo decir que tiene más razón
que un santo pero sin caer en la vulgaridad de decir que todas son
unas estrechas se mire como se mire? Pues con mucho cuidadito,
imagino.
A mi siempre me ha llamado la atención
lo inmaduras que son las viejas. Estás en el supermercado y una
vieja de 70 años se te cuela. ¡Se te cuela! Como si en vez de 70
años tuviera 7. Siempre pienso en qué rayos habrá estado haciendo
esa gente durante 70 años, porque convertirse en un venerable señor
(o señora) parece ser que no. Se han pasado 70 años haciendo
trampitas para salir adelante. Su comportamiento en el supermercado
lo demuestra.
Con todo el resto de temas incluido el
sexo hacemos lo mismo. Lo vamos dejando. Todo lo que tiene un interés
real detrás lo vamos dejando. ¡Tengo 40 años y aún dependo de
este amigo con el que me comporto como si tuviera 13! Pero lo vamos
dejando. Y un día soplamos las velas del cumpleaños siendo un niño
arrugado y senil.
Por tanto tenemos relaciones adultas
ridículas porque no hemos dejado de comportarnos como niños. Y esto
aquí entre nosotros guay, pero no te creas que el CEO de Amazon se
libra de esta criba. Aquí no se libra ni el apuntador. Así que
desde el limpiazapatos de Gran Vía al CEO de Snapchat somos todos
unos niñotes sobrevalorados.
¡Pues ya me dirás tú para qué te
compras la revista Forbes! ¡Píllate la Super Pop, al menos eres
honesto contigo mismo! De jugar a un juego de niños prefiero las
canicas, no a ver quién devora la gran corporación de quién. Las
empresas se tienen que hacer para que funcionen, no para sublimar tus
evidentes traumas de la infancia.
No te engañes, jamás dejarás de ser
un niño. Es imposible. Esa es la gracia. Así que ¿por qué no lo
admites y dejas de hacer OPAs hostiles? Hacemos esto: en vez de
mezclar trabajo con patio de recreo los separamos. De las 8 horas de
trabajo te pasas 4 jugando a la Xbox y las otras 4 trabajas pero
bien, no haciendo el saltimbanqui. Y en tres meses vienes a que te
diga qué hacer después.
Es que si no me pongo así va a ser
peor para ti. Yo te dejaba, pero me da como cosa verte ahí comprando
acciones cuando lo que tenías que hacer es estar matando marcianos
en la consola. No sé, eras un niño tan prometedor, con tanta luz en
la mirada...