sábado, 15 de julio de 2017

Los primeros siglos del cristianismo - Julien Ries

Me gusta a mi ir al Vips. En el Vips siempre tienes la oportunidad de encontrar un libro medio interesante a bajo precio. Esta vez nos ha tocado en suerte este, viva.


Este libro tiene unas fotos muy chulas de las obras de arte que dejó el mundo bajo la influencia del cristianismo allá en tiempos pretéritos. También dice cosas pero yo no leo. Lo siento mucho.

Lo mejor de las obras de arte antiguas es que están desgastadas. Los restauradores me parece que hacen un flaco favor a la pureza del arte. ¡Deja ese cuadro en paz! ¿No ves que sus supuestas imperfecciones son las que hacen de él una obra excelentemente perfecta? Hay cosas que me ponen negro, os lo prometo.


No hay que ducharse todos los días para ser perfecto, yo soy la prueba.

Si tomamos la naturaleza como ejemplo de perfección (que me parece por lo menos un ejemplo muy muy bueno) veremos que en la naturaleza todo es "imperfecto": a ese árbol le falta un trozo de corteza porque, no sé, se la ha comido un oso. Esas piedras están colocadas aparentemente al tun tun y sin embargo no podrían tener una disposición más exquisita. ¿Cómo puede ser que luego queramos tener la casa impoluta? ¡Qué ceguera nos asola!


Sin embargo ¡no desesperéis buenas gentes! La sección áurea que rige la belleza del mundo también incluye que algunos humanos tengan cierta visión nublada de la perfección. Por tanto vuestra ceguera también es preciosa. Lo que os digo, no desesperéis, que no hace falta.

Si mañana te hartas de tu nublada visión y quieres despejarla seguirás estando dentro del patrón perfecto. Pero si no te hartas y quieres seguir ciego como un topo seguirás sin infringir las normas. Pero no te vendría mal cierta guía para sumar y no restar, como haces muchas veces, melón.


Es una broma. Aunque restes sigues estando dentro de lo previsto. Pero lo previsto también incluye que ciertos tontillos dejen de serlo tanto. O sea que si te esfuerzas un poco para dejar de ser tontillo seguirás siendo perfecto pero ¡incluso un poquito mejor! ¿No es una alegría? Confiesa.

No hace falta que hagas nada. ¡Así de espléndido es el orden natural! Pero, coño, en serio, que si dejases de ser tontillo nos alegraríamos un montón. Por ti y por nosotros.