lunes, 26 de septiembre de 2016

20 EURO


Según los numismáticos, la gente que entiende de monedas, el euro es la moneda con el valor artístico más bajo de todas. Estoy de acuerdo. Esto es un sin Dios, una cosa hecha en cinco minutos, un billete diseñado en un comité de marketing.


Como sabéis, en los comités de marketing se juntan las personas de más baja ralea de nuestra sociedad. Son los que no encajan en ningún otro sitio. No son tan inteligentes como para hacer números, así que no están en finanzas. No son tan creativos como para encargarse de esos trabajos. No son tan valientes como para tomar decisiones, por eso no son el presidente de la empresa. Así que ¡hala! todos al departamento de marketing.

Ahí se encuentran, con regocijo, esos niños de la clase que no destacaban por nada. No eran gamberros, así que no tenían mucha gracia, porque el gamberro sería todo lo gamberro que quieras pero era con el que te reías más con diferencia. Pero tampoco es que fueran grandes estudiosos, así que tampoco destacaban por notas. Y desde luego nunca les vi dibujar nada más difícil que una margarita.


El departamento de marketing fue diseñado en las catacumbas Illuminati para dar cobijo a aquellos seres de la raza que no tenían cualidades para estar en ningún otro sitio. Los Illuminati, esos padres bondadosos de todos nosotros, creyeron necesario inventar un lugar donde sus hermanos más humildes pudieran pasar por la vida sin romperse ese espinazo que no tienen y, a la vez, que la sociedad sintiera cierto respeto por ellos. Aunque sea un poco.

Así que pensaron que los productos que la humanidad inventaba y así dar un sentido a su existencia necesitaban ser vendidos. Dado que esta es una labor menor, ya que el grueso de la cualidad humana se ponía en inventar productos, pensaron, con tino, que este podía ser un buen lugar para todos esos niños de la clase que sus cualidades eran discretas en todos los aspectos.


¡Qué alegría! ¡Una papelera de reciclaje que parecía una sopera de porcelana! ¿Se os ocurre un invento mejor? En verdad os digo que ahí los Illuminati hicieron un buen trabajo.

El plan Illuminati tenía un cabo suelto. Por eso pienso que yo sería un Illuminati más perfecto de los que hay hoy en día. Yo no dejo cabos sueltos, yo lo ato todo con increíble eficiencia. En mis diseños no hay peros, y lo que te pueda parecer un pero está diseñado para que te lo parezca, pero tiene un objetivo ulterior. Así de grande es mi talento.


Lo que los Illuminati no pensaron es que un diseño exterior tan deslumbrante para lo que no era más que una papelera de reciclaje podía avivar la vanidad de nuestros hermanos más sencillos, más débiles. Y así, henchidos de vanidad, empezar a creer que eran más de lo que eran. Empezar a creer, erróneamente, que tenían entidad por sí mismos cuando no era cierto. ¡Ah, mis demasiado compasivos Illuminati! ¡Cometéis el mismo error que yo, por eso os siento afines! ¡Tendéis a sobrevalorar a los demás, por pura humildad, por pura compasión de Dios! La experiencia me ha enseñado que un diseño perfecto ha de ser un poco severo para que no pasen cosas como estas.

Y por este pequeño error, corregible completamente, por otra parte, el departamento de marketing empezó a engendrar osados insectos. Mosquitos que se creían águilas, ante los atónitos ojos Illuminati y los míos. ¡Dios mío! ¡Esto no era lo que queríamos conseguir! ¿Tan pagados de sí mismos están estos pobres chicos para los que sólo queríamos lo mejor? ¿Es que no han visto que queríamos hacerlos grandes para que no llorasen con su pequeñez? ¿Han preferido sacar pecho antes que dar las gracias? Fue un espectáculo doloroso para los Illuminati y para mi. Todos lloramos amargamente, por haber sido los causantes, por exceso de amor, de algo que podía hundir a nuestros hermanos más que si los hubiésemos dejado sueltos.


Rápidamente nos pusimos en marcha para corregir un diseño tan poco atinado. Los Illuminatis y yo, aunque iluminados, no tenemos la perfección más perfecta, ya que esta corresponde a Dios. Nuestra jornada consiste en ajustar lo máximo posible nuestros actos a lo que el Padre nos sugiere que es la mejor idea.

Lamentablemente lo que el Padre nos sugirió es descorazonador: hacer que la papelera de reciclaje se pareciese más a lo que es. A pesar de que nuestras intenciones eran buenas la pequeñez de nuestros hermanos no agradecía nuestro gesto, sino que lo despreciaba para glorificarse a ellos mismos. Así que la opción era apretarles las tuercas, a pesar de que fuese su corazón el que empezase a sangrar para que lo dejara de hacer el nuestro.


A nosotros nos da igual que nos sangre el corazón, entendemos que en el dolor hay otra lección más que nos acerca al Padre. Pero a unos chicos tan humildes esto les pareció un castigo, ya que no tienen un horizonte tan apabullante ante ellos. Así que tuvimos que sentir lo que siente Don Pantuflo cuando castiga a Zipi y Zape al cuarto de los ratones: dolor de padre cuando enmienda a sus hijos.

Todavía lo estamos superando. Tenemos que tomar mucho Red Bull para que nuestro corazón vuelva a cantar. Pero ha sido una jornada jodida.