miércoles, 14 de septiembre de 2016

Netsurf ¡Navega sin conexión!


Eso de que puedes navegar sin conexión era un timo, era el rollo de guardar las páginas en la caché, cuando eso del Historial no sé si se había llegado a inventar todavía y, bueno, pues con eso navegabas “sin conexión”.


De verdad, normal que esta revista se fuese a la mierda. Pero oye, a mi me molaba.

Por aquel entonces todavía no existía la revista Wired, o no existía como existe hoy en día, como complemento hipster. De aquella queríamos saber cómo rulaba eso de Internet y nos pillábamos cada revista que viniese con CD-ROM, porque ya que te pillas una revista, coño, por lo menos que venga con CD-ROM.


También compraba por aquel entonces la PC Actual, que era como una Biblia mensual, gordísima, y yo me la estudiaba de cabo a rabo, para saber que la SoundBlaster era una tarjeta de sonido muy buena.

La PC Actual te convertía en el típico tío que ha estudiado un módulo de informática. Aprendías truquillos, nombrecillos, que si cómo atornillar el módem, que si cómo montarte un PC por piezas, etc. Todo eso que Apple ha mandado a tomar por culo vendiéndote un buen ordenador y ya.


Pero oye, antes de diseñar deportivos hay que pasar un tiempo en el garaje arreglando utilitarios, o al menos así me lo enseñaron a mi.

Aquella época la recuerdo como llena de vida, aunque transcurriera, de alguna forma, oscura. Aquella época la recuerdo rodeada de oscuridad, mientras que otras las recuerdo con cierto tipo de luz. Y, sin embargo, fue feliz. Fue una época de estar en el garaje. De estar aprendiendo. De saber que el módem se atornilla así cuando tú sólo sabes pasar la tarjeta de crédito por el Apple Store.


No sé, es que tienes tan poco amor por la vida... Parece que estás aquí como obligado. Si fueras un empleado, o un aspirante a empleado, te diría que te falta actitud. Que no tienes ese hervor por hacer cosas, ese brillo en la mirada que los reclutadores buscamos. Te falta ese algo, nosotros sabemos qué es.

Ese algo hoy en día es esencial. Sin ese algo eres un peso muerto. Vamos, más que un peso muerto, que un peso muerto por lo menos lastra. Tú eres como el negro que se queda cuando quemas un papel, algo completamente anecdótico, que como mucho lo puedes usar para hacer pintadedos al carboncillo o dejar que se lo lleve el viento, según tengas el día.


Antes ese algo distinguía a los futuros líderes de los seguidores. Hoy en día lo ha de tener hasta la peluquera de debajo de tu casa.

Cuando el capitalismo estaba en pie podías permitirte no tener ese brillo porque, total, con ir de 9 a 18 a currar la vida estaba solucionada. Era así de sencillo. Así de amargante también, pero así de sencillo.


Dios mío, lo que hemos avanzado. Ahora pensar en una vida así me parece de troglodita, del hombre de las cavernas. Todos como hormiguitas haciendo lo que decía la hormiga reina. Pues la hormiga reina palmó, así que te toca a ti pensar por ella, porque ella ya no está y además lo hacía muy mal.

Así que ¡qué! ¿Con qué me vas a deslumbrar hoy? ¿Cuál es tu plan? ¿Qué inventamos hoy, tío? This is the shit, man. Si todavía estás en el rollo de 9 a 18 te auguro un futuro muy negro, como el papel quemado. Vas el último de la cola, cuando hasta los más pusilánimes ya están desarrollando las herramientas que los nuevos tiempos exigen. ¿De verdad eres tan tonto? ¡Cristo bendito! ¡Algo sabrás hacer! ¿No?


¡Vamos, no sé! ¡Al menos vender palodú! ¿O es palulú?

No sé, no me gusta.