martes, 13 de septiembre de 2016

Aloe Pura aloe vera gel


Esto es como echarse zumo de unicornio en la piel, según tengo entendido. Pero, no sé, yo me lo echo y tampoco veo yo aquí que rejuvenezca ni nada parecido.


Mi tío le untaba hojas de aloe a mi abuela por la piel para que se le desenvejeciera y, no sé, él decía que funcionaba. De ser así mi abuela tenía que haber terminado como Benjamin Button. ¿No?

A mi las arrugas no me importan porque no soy una mujer. Entiendo que las chicas que basaban todo en su belleza al llegar a mi edad estén perdiendo ridículamente la chaveta porque aquello en lo que se habían sostenido toda la vida se esfuma.


Pero yo como soy un varón voy a mejor y paso de ti, puta loca. Haberme besado en la noria aquel verano de 1994. Ahora te jodes.

No, es que no se puede ser tan puta y luego encima pretender que te bese este maduro joven o viceversa. Esto cuesta un pico, como lo costaban tus tetas por aquel entonces.


Si has estudiado, que no te tengo agregada en LinkedIn, te lo puedo explicar como una simple cuestión de negocios. Nada de romanticismo, sólo negocios. Yo aquel verano gasté 100 y recibí 0.

Me debes 100.


Me los puedes pagar en dinero o dejando que te vea pudrirte entre botes de aloe vera inútiles. Tú decides.

No, no, nada de besos. Ahora estás fea. ¿Qué más tienes?


Mira, que no, que yo sólo quiero dinero. Súbete las bragas, estás haciendo el ridículo.

Me debes 100. ¿Tienes 100? Enséñamelos.


Vale. Me vas a dar esos 100 sin movimientos bruscos. Déjalos aquí, ante mis pies. Eso es. Arrodillada.

Lo has hecho perfecto, muy bien. Ahora aléjate. Voy a recoger tu dinero. No llores, porque hasta hoy me lo debías. Espero que le hayas sacado partido.


¡Vaya! ¡Un billete nuevecito! Has pasado por el banco, ¿eh? Ah, que ahora trabajas ahí. Vale, vale.

Bueno, pues nada, nuestro negocio ha concluido con éxito. Alégrate, porque ahora no tendrás que pudrirte ni dejarte muchísima más pasta de la que me debías en productos de belleza. Puedes descansar y envejecer con dignidad, que es lo que has comprado con estos 100 que me debías.


Yo perdí mi dignidad ante ti y ahora te la vendo a un precio justo. No sé de qué te quejas.

Pues... ¡No sé! ¿Ves a alguno de estos? Yo tampoco, buf, sí, a las reuniones de clase voy a ir yo. No tengo otra cosa que hacer.


Ey, que estás guapa, te estaba pinchando para vengarme. Convendrás conmigo que tampoco me he pasado demasiado, ¿no? Sólo lo justo y necesario para exprimirte, también, lo justo y necesario.

Pues... ¡Yo qué sé! Ahora que hemos hecho las paces apetece como besarse, pero, no sé, sería raro, ¿no? Como que lo pide el momento pero no el resto de nuestras vidas que hemos construido el uno sin el otro.


Vamos a dejarlo aquí. Con esto el negocio queda cerrado. Y los dos ahora nos podemos ir a casa pensando en lo maduros que somos y todas esas cosas horribles.

Que no, que no tienes patas de gallo. Que son adornos de... ¡Bueno, sí, son patas de gallo! ¿Y qué?


Te follaría igual.