Esto es como echarse zumo de unicornio
en la piel, según tengo entendido. Pero, no sé, yo me lo echo y
tampoco veo yo aquí que rejuvenezca ni nada parecido.
Mi tío le untaba hojas de aloe a mi
abuela por la piel para que se le desenvejeciera y, no sé, él decía
que funcionaba. De ser así mi abuela tenía que haber terminado como
Benjamin Button. ¿No?
A mi las arrugas no me importan porque
no soy una mujer. Entiendo que las chicas que basaban todo en su
belleza al llegar a mi edad estén perdiendo ridículamente la
chaveta porque aquello en lo que se habían sostenido toda la vida se
esfuma.
Pero yo como soy un varón voy a mejor
y paso de ti, puta loca. Haberme besado en la noria aquel verano de
1994. Ahora te jodes.
No, es que no se puede ser tan puta y
luego encima pretender que te bese este maduro joven o viceversa.
Esto cuesta un pico, como lo costaban tus tetas por aquel entonces.
Si has estudiado, que no te tengo
agregada en LinkedIn, te lo puedo explicar como una simple cuestión
de negocios. Nada de romanticismo, sólo negocios. Yo aquel verano
gasté 100 y recibí 0.
Me debes 100.
Me los puedes pagar en dinero o dejando
que te vea pudrirte entre botes de aloe vera inútiles. Tú decides.
No, no, nada de besos. Ahora estás
fea. ¿Qué más tienes?
Mira, que no, que yo sólo quiero
dinero. Súbete las bragas, estás haciendo el ridículo.
Me debes 100. ¿Tienes 100?
Enséñamelos.
Vale. Me vas a dar esos 100 sin
movimientos bruscos. Déjalos aquí, ante mis pies. Eso es.
Arrodillada.
Lo has hecho perfecto, muy bien. Ahora
aléjate. Voy a recoger tu dinero. No llores, porque hasta hoy me lo
debías. Espero que le hayas sacado partido.
¡Vaya! ¡Un billete nuevecito! Has
pasado por el banco, ¿eh? Ah, que ahora trabajas ahí. Vale, vale.
Bueno, pues nada, nuestro negocio ha
concluido con éxito. Alégrate, porque ahora no tendrás que
pudrirte ni dejarte muchísima más pasta de la que me debías en
productos de belleza. Puedes descansar y envejecer con dignidad, que
es lo que has comprado con estos 100 que me debías.
Yo perdí mi dignidad ante ti y ahora
te la vendo a un precio justo. No sé de qué te quejas.
Pues... ¡No sé! ¿Ves a alguno de
estos? Yo tampoco, buf, sí, a las reuniones de clase voy a ir yo. No
tengo otra cosa que hacer.
Ey, que estás guapa, te estaba
pinchando para vengarme. Convendrás conmigo que tampoco me he pasado
demasiado, ¿no? Sólo lo justo y necesario para exprimirte, también,
lo justo y necesario.
Pues... ¡Yo qué sé! Ahora que hemos
hecho las paces apetece como besarse, pero, no sé, sería raro, ¿no?
Como que lo pide el momento pero no el resto de nuestras vidas que
hemos construido el uno sin el otro.
Vamos a dejarlo aquí. Con esto el
negocio queda cerrado. Y los dos ahora nos podemos ir a casa pensando
en lo maduros que somos y todas esas cosas horribles.
Que no, que no tienes patas de gallo.
Que son adornos de... ¡Bueno, sí, son patas de gallo! ¿Y qué?
Te follaría igual.