Este es un mando patatero comprado en
el Cash Converters por 2,40.
Este mando lo uso para jugar a juegos
de PC como Maldita Castilla, desarrollado única y exclusivamente por
Locomalito, un desarrollador “indie” patrio que se hace los
juegos lo mismo que tú te haces el Cola Cao. Así de guay es este
tronco.
Maldita Castilla, aparte de ser un
grito que todos los españoles tenemos dentro, es un juego tipo
Ghouls and Goblins. Vamos, es super parecido, pero yo no diría que
es un plagio. A mi lo que me parece es que el tal Locomalito ha
cogido uno de los juegos que más molan con mucha diferencia de la
era 8 y 16 bits y lo ha plantado ahí. ¿Por qué no se puede hacer
eso? ¿Por qué inventar nada si lo que ya existe funciona a las mil
maravillas?
A mi Maldita Castilla me flipa por eso.
Porque G&G es uno de mis juegos favoritos pero ya me lo sé. Así
que que exista un G&G con otros personajes, otros escenarios y
otros enemigos me flipa. Es como la Coca-Cola de vainilla. Es la
Coca-Cola, que me flipa, pero con un sabor con un punto diferente,
muy rico. Pues eso es Maldita Castilla respecto a G&G.
El juego tiene una factura exquisita,
tiene aroma a ebanista, a delicado artesano, y eso hoy en día es un
aroma rara avis. Poco hay así. Todo huele a “gran bombazo”
cuando todo son fuegos artificiales y poco más.
Ayer estuve jugando a Diablo III, un
juego AAA pero con la misma factura exquisita. Está al detalle, al
milímetro. Es evidente que en Diablo III las energías no estaban
enfocadas en estudiar al consumidor y ver qué cosas le interesan y
por tanto poder complacerle, como a un niño caprichoso criado por un
padre irresponsable. En Diablo III las energías estaban dedicadas a
hacer un gran juego.
“¡Hombre Juan, qué evidente!” ¡No
tanto! Hoy las energías están dedicadas a engrasar los que se creen
que son los engranajes del capitalismo. Esto es, “satisfacer al
consumidor”. Pero cuando haces cualquier cosa no puedes
arrodillarte, como un pelele, ante los caprichos de los demás. De
ser así, ni el consumidor quedará contento, porque a nadie le gusta
un pelele que sucumba a todos tus caprichos, ni tú, porque eres un
pelele a merced de los caprichos de un ente abstracto llamado “el
consumidor”.
Cuando leo máximas tipo “El
consumidor es el rey” fluctúo entre la risa desaforada y la rabia
desatada. ¡Qué infantil máxima! El consumidor es igual que
cualquier amigo tuyo, un tipo normal que si le tratas bien y le
ofreces aquello que tengas de valor para él te lo agradecerá y
comprará tu mierda. Sin embargo, si te comportas con tu amigo como
un servil pelele tu amigo pasará de ti, ya que a nadie le gustan los
peleles serviles.
Sin embargo a nadie le gustan tampoco
los déspotas borrachos de sí mismos. A nadie le gusta un ente
monolítico, sea este una persona o una empresa, que sólo sabe jugar
según sus normas y quiere que te comas su mierda sí o sí. Este
ente, claro, será rechazado de plano, en cuanto encontremos las
fuerzas para sacárnoslo de encima, ya que es un pesado que se ha
lanzado encima de nosotros como un luchador de sumo.
¿De verdad hace falta estudiar una
carrera para darse cuenta de algo que es dos y dos son cuatro? No
tienes que “estudiar al consumidor”, ya que el consumidor eres
tú. Todo el mundo es igual que tú. Haz algo que respetes, que te
parezca estupendo y ofréceselo al mundo. No hagas trampas, no vayas
“a pillar”, ya que si a tus amigos tratas de “ir a pillarlos”
se van a acabar cansando de ti, como el consumidor. ¿Qué tipo de
relación es esa? De tonto pelao.
Por otro lado, la gente cuando la
estudias dice cosas que no piensa. Es el clásico que la observación
sesga el hecho. Si miras a una mariposa para estudiarla no se va a
comportar de manera natural, ya que tiene a un gilipollas encima
mirándola con una lupa. ¿Tú te comportas de forma natural cuando
te están mirando con lupa? Pues la mariposa tampoco. Y al consumidor
le pasa lo mismo.
Cuando al consumidor lo estudias no da
respuestas profundas, da respuestas superficiales porque a un
entrevistador no le das respuestas profundas. Es un tronco que ni
conoces que te está preguntando sobre tus cosas. Pues a ese tipo le
respondes con lugares comunes, ya que no tienes la confianza, ni
quieres tenerla, como para hablarle de los motivos últimos que te
mueven. Y si el entrevistador es tan tonto, tan bobo, como para dar
por buenas tus respuestas y el producto que se vaya a fabricar tomará
de referencia esas respuestas lo que sale es un producto superficial,
que no le gusta a nadie porque no complace de forma profunda.
¿Quieres “conocer al consumidor”
de forma profunda? Conócete, antes, de forma profunda a ti mismo.
Porque en las profundidades todos somos iguales. Luego a unos nos
gusta más el color azul y a otros el color rojo. Pero tu esencia y
la mía es la misma. ¿Para qué gastar mi valioso tiempo estudiando
a aquel que es mi vivo reflejo? Si ya me conozco a mi de sobra. Y tú
eres igual que yo. Por tanto te conozco que te cagas, amigo.
“Ya, pero es que, Juan, yo no sé
siquiera lo que me gusta a mi mismo”. ¡Ah! ¡A llorar es en la
otra ventanilla! ¿A mi qué me cuentas?