martes, 20 de septiembre de 2016

Rainbow


Este es un mando patatero comprado en el Cash Converters por 2,40.


Este mando lo uso para jugar a juegos de PC como Maldita Castilla, desarrollado única y exclusivamente por Locomalito, un desarrollador “indie” patrio que se hace los juegos lo mismo que tú te haces el Cola Cao. Así de guay es este tronco.

Maldita Castilla, aparte de ser un grito que todos los españoles tenemos dentro, es un juego tipo Ghouls and Goblins. Vamos, es super parecido, pero yo no diría que es un plagio. A mi lo que me parece es que el tal Locomalito ha cogido uno de los juegos que más molan con mucha diferencia de la era 8 y 16 bits y lo ha plantado ahí. ¿Por qué no se puede hacer eso? ¿Por qué inventar nada si lo que ya existe funciona a las mil maravillas?


A mi Maldita Castilla me flipa por eso. Porque G&G es uno de mis juegos favoritos pero ya me lo sé. Así que que exista un G&G con otros personajes, otros escenarios y otros enemigos me flipa. Es como la Coca-Cola de vainilla. Es la Coca-Cola, que me flipa, pero con un sabor con un punto diferente, muy rico. Pues eso es Maldita Castilla respecto a G&G.

El juego tiene una factura exquisita, tiene aroma a ebanista, a delicado artesano, y eso hoy en día es un aroma rara avis. Poco hay así. Todo huele a “gran bombazo” cuando todo son fuegos artificiales y poco más.


Ayer estuve jugando a Diablo III, un juego AAA pero con la misma factura exquisita. Está al detalle, al milímetro. Es evidente que en Diablo III las energías no estaban enfocadas en estudiar al consumidor y ver qué cosas le interesan y por tanto poder complacerle, como a un niño caprichoso criado por un padre irresponsable. En Diablo III las energías estaban dedicadas a hacer un gran juego.

“¡Hombre Juan, qué evidente!” ¡No tanto! Hoy las energías están dedicadas a engrasar los que se creen que son los engranajes del capitalismo. Esto es, “satisfacer al consumidor”. Pero cuando haces cualquier cosa no puedes arrodillarte, como un pelele, ante los caprichos de los demás. De ser así, ni el consumidor quedará contento, porque a nadie le gusta un pelele que sucumba a todos tus caprichos, ni tú, porque eres un pelele a merced de los caprichos de un ente abstracto llamado “el consumidor”.


Cuando leo máximas tipo “El consumidor es el rey” fluctúo entre la risa desaforada y la rabia desatada. ¡Qué infantil máxima! El consumidor es igual que cualquier amigo tuyo, un tipo normal que si le tratas bien y le ofreces aquello que tengas de valor para él te lo agradecerá y comprará tu mierda. Sin embargo, si te comportas con tu amigo como un servil pelele tu amigo pasará de ti, ya que a nadie le gustan los peleles serviles.

Sin embargo a nadie le gustan tampoco los déspotas borrachos de sí mismos. A nadie le gusta un ente monolítico, sea este una persona o una empresa, que sólo sabe jugar según sus normas y quiere que te comas su mierda sí o sí. Este ente, claro, será rechazado de plano, en cuanto encontremos las fuerzas para sacárnoslo de encima, ya que es un pesado que se ha lanzado encima de nosotros como un luchador de sumo.


¿De verdad hace falta estudiar una carrera para darse cuenta de algo que es dos y dos son cuatro? No tienes que “estudiar al consumidor”, ya que el consumidor eres tú. Todo el mundo es igual que tú. Haz algo que respetes, que te parezca estupendo y ofréceselo al mundo. No hagas trampas, no vayas “a pillar”, ya que si a tus amigos tratas de “ir a pillarlos” se van a acabar cansando de ti, como el consumidor. ¿Qué tipo de relación es esa? De tonto pelao.

Por otro lado, la gente cuando la estudias dice cosas que no piensa. Es el clásico que la observación sesga el hecho. Si miras a una mariposa para estudiarla no se va a comportar de manera natural, ya que tiene a un gilipollas encima mirándola con una lupa. ¿Tú te comportas de forma natural cuando te están mirando con lupa? Pues la mariposa tampoco. Y al consumidor le pasa lo mismo.


Cuando al consumidor lo estudias no da respuestas profundas, da respuestas superficiales porque a un entrevistador no le das respuestas profundas. Es un tronco que ni conoces que te está preguntando sobre tus cosas. Pues a ese tipo le respondes con lugares comunes, ya que no tienes la confianza, ni quieres tenerla, como para hablarle de los motivos últimos que te mueven. Y si el entrevistador es tan tonto, tan bobo, como para dar por buenas tus respuestas y el producto que se vaya a fabricar tomará de referencia esas respuestas lo que sale es un producto superficial, que no le gusta a nadie porque no complace de forma profunda.

¿Quieres “conocer al consumidor” de forma profunda? Conócete, antes, de forma profunda a ti mismo. Porque en las profundidades todos somos iguales. Luego a unos nos gusta más el color azul y a otros el color rojo. Pero tu esencia y la mía es la misma. ¿Para qué gastar mi valioso tiempo estudiando a aquel que es mi vivo reflejo? Si ya me conozco a mi de sobra. Y tú eres igual que yo. Por tanto te conozco que te cagas, amigo.


“Ya, pero es que, Juan, yo no sé siquiera lo que me gusta a mi mismo”. ¡Ah! ¡A llorar es en la otra ventanilla! ¿A mi qué me cuentas?